54. El último Cercanías
«Esto de estar muerto es que es para vivirlo», me dice Nicolás. No he conocido a nadie que se queje más que él. Que si los perros no dejan de ladrar a su paso. Que si está harto de tratar sólo con muertos. Que si echa de menos los placeres de la vida. Sube siempre en la parada del cementerio y se sienta a mi lado. Confiesa sentirse mejor desde que sabe que al menos yo puedo verlo. Mira ávido cuanto llevo encima mientras me habla, con excitación contenida cuando descubre algo que le gusta de un modo especial. Como mucho, dice: «Zapatillas nuevas, ¡eh!». A las chicas las observa con discreción y una mezcla de anhelo y tristeza. «No sabes lo que fastidia morirse joven», suelta de pronto. Yo me callo, pero tampoco es que sea un muchacho. O bien: «Yo era un tío elegante, ¿sabes?». Y ahí sí que le doy la razón, porque aún se le ven hechuras. Suele quedarse inmóvil cuando llega el revisor, como inseguro de su invisibilidad. Por su gesto al mirarme pagar el billete, diría que es el único momento en el que no envidia mi condición de vivo.
Un comienzo que ya invita a disfrutar. Excelente relato.
En papel lucirá mucho más
Muchas gracias, Yolanda. Valoro mucho tu opinión y me alegra lo que dices. Lo del libro lo veo muy difícil, siempre. Un abrazo.
Si algo puede envidiar un muerto, es estar vivo. La frase inicial de tu protagonista ya lo anuncia y es una feliz invitación a la lectura del relato.
Un humor muy fino lo atraviesa, hasta la culminación del final con el gesto del personaje.
Una propuesta magnífica, Enrique.
Un abrazo.
Muchas gracias, Carmen. Al final me he decidido por una envidia más o menos justificada, y creo que tu razonamiento del principio sintetiza la idea del relato. Me alegra que te haya gustado y también que hayas conectado con ese desenfado que he querido dar a la situación. Un abrazo.
Así se escribe, Mochón. Para enmarcar. Un principio que atrapa, una forma de narrar sencilla y exquisita y un final de traca. La originalidad a la hora de tratar el tema es otro plus. Un verdadero placer leerte, Henry.
Abrazo.
El placer es recibir comentarios como el tuyo, Paul. Pienso que este es uno de esos relatos que a algunos también pueden dejar indiferentes. Muchas gracias, generoso. Un abrazo.
Entre la realidad y el absurdo has conseguido una historia atractiva y divertida que invita a pensar.
Me ha gustado mucho, Enrique
Muchas gracias, María Jesús. Me ha alegrado mucho tu visita. También tus palabras. Te mando un abrazo.
Pero qué bueno, Enrique. Se disfruta de principio a fin, me ha gustado mucho. Te deseo suerte, aunque yo lo estoy viendo en tinta y papel a la voz de ya 🙂
Muchas gracias, Bea. En realidad no ocurre gran cosa en esas 200 palabras, pero si se hace agradable su lectura, esa era mi intención. Lo del libro ya está más difícil, jajajjaja. Un abrazo.
Buen relato, Enrique. Has tratado con mucha dulzura el tema de la muerte. Incluso he sonreído varias veces mientras te leía. Suerte y un saludo.
Muchas gracias, María. Me satisface mucho todo lo que me dices, especialmente lo de la dulzura porque es algo que se fue imponiendo por sí solo. Un abrazo.