4. DIENTE POR DIENTE (Ángel Saiz Mora)
El hombre cree percibir en la mirada de la doctora, sobre la mascarilla, un ceño fruncido que añade alteración a la que ya traía.
La dentista le hace algunas preguntas banales, para tranquilizarle, supone. Luego introduce un artilugio que impide que cierre la boca. Tampoco puede hablar. Ella menciona entonces el tema de la agresividad al volante.
Mientras examina las piezas, la doctora añade que días atrás fue víctima de un ser colérico, que bajó de su coche con intención de atacar, de lo que quizá se salvó por ser mujer, pero no de sus insultos de machismo rancio.
El individuo se revuelve inquieto, apenas nota el pinchazo.
La odontóloga extrae la aguja. Afirma que nunca olvida una cara.
El paciente recuerda. Ese taladro dental emite un zumbido terrorífico. Quisiera huir, pero está paralizado. Teme haber recibido una anestesia general, encontrarse a merced de alguien que sufrió su ira injustificada.
Ella percibe el desamparo del hombre. Aclara que la jeringa solo tenía agua destilada, que puede marcharse si lo desea. Casi siente compasión. El tipo sigue lívido. Abandona la clínica sin coraje para pedir disculpas. Tampoco sabe cómo explicará en casa esa mancha enorme en sus pantalones.
La venganza es un plato que se sirve frío y el placer de degustarlo siempre es inmenso. Como el de leer tus relatos. Excelente, Ángel.
Suerte y abrazo.
Sé lo comedido y sincero que eres siempre con tus palabras, además de constarme tu buen criterio. Así que, si te ha gustado a ti, ya me doy por satisfecho.
Muchas gracias, Rafa.
Otro abrazo
En este caso la doctora tiene la sartén por el mango, en ese artilugio que le introduce en la boca para vengar la ira de la conducción, que en el pasado tuvo que sufrir. Nunca se sabe cuando el destino nos devuelve nuestro mal comportamiento.
Un placer volver a leer tus textos, siempre tan ingeniosos de final inesperado.
Un abrazo, aunque sea virtual, Ángel.
Esta mujer tuvo a quien tanto le había incomodado en su terreno, literalmente en sus manos, pero en lugar de devolverle la misma moneda u otra peor, lo que hizo fue darle una lección. Es cierto que hay personas que parece que nunca aprenden, pero ahí queda.
Muchas gracias, María Jesús
Un abrazo
Excelente relato con una venganza que se aproxima lentamente y que hacer temer al autor de ese arrebato de ira por su vida. Es un micro lleno de ironía que deja una sonrisa en el lector. Muy bueno, como todos los tuyos, Ángel
Ya sabes aquello de «cree el ladrón que todos son de su condición». Este sujeto pensaba que iba a recibir un castigo acorde con la ira desproporcionada que desplegó, parece que es el único lenguaje que entiende y puede esperar, pero fue su propia vergüenza la que lo dejó, esperamos, sin ganas de ser tan bravucón. Es probable que en la próxima discusión de tráfico piense mucho su reacción y sus palabras.
Muchas gracias, Gloria.
Un abrazo
Ángel,
Una ley de talión muy bien resuelta, me ha gustado mucho ese ajuste de cuentas tan elegante,genial!
Abrazos
Con un volante en las manos algunos se vuelven energúmenos, o quizá lo han sido siempre y es entonces cuando manifiestan lo peor de sí mismos. Vivir en sociedad requiere empatía, talante y aprendizaje. La pedagogía de esta doctora, dejando en evidencia a este sujeto, del que en ningún momento se contagia, es un modelo a seguir.
Muchas gracias, Aurora.
Un abrazo
Hay personas que se creen por encima del resto, para quienes la palabra respeto carece de significado. Quizá el único argumento que entienden es el de una fuerza similar a la que derrochan y con la que agreden, verbal y/o físicamente, por eso se descolocan cuando reciben la horma de su zapato con estilo y sin rozar siquiera, como bien dices, nada delictivo.
Muchas gracias, Juan. Que no nos falte la salud y las ganas de letras.
Un abrazo
Un tío de esos que va por allí haciendo lo que le viene en gana; una odontóloga con ética profesional y no dada a la venganza y una historia que se torna sorpresiva hasta su desenlace. Muy, my bueno, Ángel; es un placer leer tus letras otra vez. Un fuerte abrazo.
Seguro que por la cabeza de esta doctora pasó la idea de la represalia, la diferencia con el otro tipo y su grandeza, es que ella elige situarse por encima de eso. Su venganza es dejar a su agresor, alguien que no sabe dominarse, que hace, como bien dices, «lo que le viene en gana», ante su propia vergüenza.
Gracias por leer, Óscar. Espero que todo te vaya bien.
Que sigan las letras, con ellas no hay distancias.
Un abrazo
La palabra esgrimida sin motivos reflejan la cobardía encapsulada en una mente carente de moral. La mujer le da una lección de vida, pero me temo que caerá en saco roto. Un relato que nos hace reflexionar sobre la violencia y el comportamiento humano. Enhorabuena, Ángel. Un abrazo y suerte.
Lo de contar hasta diez antes de explotar debería ser una norma que tendríamos que tener siempre presente, aunque algunos tipos parecen no conocer la racionalidad y, aunque de todo se aprende, hay quien no tiene remedio.
Muchas gracias, Salvador.
Otro abrazo para ti
Hola, estimado tocayo.
La verdad es que siempre escribes uno relatos muy originales.
Aquí el airado se encuentra con lo que va sembrando, no se puede ir así por la vida, porque como dice la canción: «la vida te da sorpresas».
Un saludo.
Dicen que, antes o después, todo vuelve o, lo que es lo mismo, la vida te da la que mereces, mejor o peor, pero cada acción tiene consecuencia una consecuencia y quien siembra, efectivamente, recoge.
Muchas gracias, Tocayo.
Un abrazo
Hola, Ángel. En esta historia se masca un suspense especial, por desarrollarse en un ambito que no favorece a uno de los protagonistas, intuyes que la visita no va a quedar solo en eso. Bien llevado hasta el final, y con las pistas justas. Feliz verano, suerte y abrazos.
El tipo colérico, en una discusión de tráfico, quedó triunfante, o eso pensaba, sin imaginar que los escenarios pueden cambiar totalmente, pasando de víctima a verdugo.
Muchas gracias, Calamanda.
Feliz verano también para ti.
Abrazos
Excelente una vez más, querido Ángel. Tu relato amenaza con una terrible venganza pero contienes la justificada ira y perdonas a ese detestable individuo. Ya tuvo bastante con el terror por lo que la odontóloga podía hacerle. Enhorabuena, amigo.
Él pensaba que iba a responderle con la misma moneda, u otra peor, motivos le dio y lo daba por hecho, de aquí que quedase paralizado, cuando en realidad no fue así, pero la lección se la llevó igual.
Me alegra que te guste, Puri.
Muchas gracias y un abrazo
Hola, Ángel, encuentro en tu relato dos lecciones. Una, que debería servir para aprender en humildad a este sujeto machista y prepotente, al sentirse vulnerable en manos de la dentista con la que descargó su ira. Dos, que pudiendo ella ir más allá en su venganza, dando ejemplo de autocontrol se limita a amedrentarlo; eso sí, lo consigue con creces. Esperemos que haya aprendido de la experiencia. Muy buena y aleccionadora propuesta, Ángel. Felicidades y suerte. Un abrazo.
Saberse contener, eso tan difícil cuando hay razones para no hacerlo, que cualquiera comprendería, y también cuando resultaba tan sencillo y hasta lógico dar ese paso. Si al menos, el sujeto se hubiese disculpado, todo es perdonable, pero se marchó mascullando su cobardía, él, que se creía tan gallito. Ya se llevó lo suyo, sí, toda una cura de humildad. Lo interesante sería que no reincidiese.
Agradezco mucho tu lectura y tu comentario, Juana.
Un abrazo
Ángel, buenas tardes de nuevo.
De forma sutil nos vas dando las pistas y nos ponemos ya desde la mitad del texto en lo peor: la fatal coincidencia. Y de fondo el sonido del temible torno, que yo creo que debe ser de los ruidos (y sensaciones) más desagradables del cosmos conocido. Y ese olorcito a hueso quemado por la fricción…
Todo eso crea el ambiente para aderezar tu asunto central, la venganza, real o en estado de amenaza, contra un energúmeno de los tantos que hay por ahí con carnet de conducir.
Te felicito por tu texto y te deseo mucha suerte.
Abrazo
Como bien dices, el ruido del torno hace temblar al más osado, quien no lo admita miente, es la banda sonora del terror.
Por otra parte, sin llegar a consumarse con terribles consecuencias, incluso denunciables, la venganza vino vestida de absoluta humillación., con estilo.
Me alegra que te guste este pequeño relato, Domingo. A mí me ha encantado el tuyo.
Muchas gracias y un abrazo
«Diente por diente», «Justicia poética», «Karma» o como le llamemos, el señor energúmeno al volante nunca las olvidará: ni a la dentista empuñando su torno del terror ni, mucho menos, la humillación que le ha hecho mojar los pantalones (o peor, jaja).
Muy bien plasmados los estereotipos del machista agresivo al volante y del sillón del (de la) dentista como sala de torturas (quizás lo fue o lo siga siendo para muchos de nosotros pero qué le vamos a hacer… es un mal necesario).
Te felicito a vos, ÁNGEL querido, por el micro, y a la doctora del mismo por su aplomo y cabeza fría: si alguien podía encauzar propia su ira y neutralizar tan bien la ajena, era justamente ella…
Cariños,
Mariángeles
El sillón de los dentistas simboliza, como pocas cosas, y bien apuntas, una pequeña sala de tortura, un mal necesario, por otra parte, para aliviarnos o prevenir males mayores. En este caso, puede haber servido, tal vez también, para recomponer la cabeza de este conductor agresivo y que, en la próxima ocasión, al menos piense en las consecuencias de dar rienda suelta a su ira irracional.
Gracias por tu lectura y tus palabras, Mariángeles
Un abrazo
La mejor venganza contra un tipo iracundo es la que se ejerce con calma y serenidad. Además, como bien muestras en tu relato, es la que más miedito da. No le está nada mal que tenga que exponer sus humedades por la calle hasta que llegue a casa. Buen final para relato muy bien construido. Abrazos y suerte, Ángel.
Quizá lo que nos haga humanos, o lo que viene a ser lo mismo, seres realmente evolucionados, sea la capacidad de sobreponerse y dominar las reacciones nerviosas y desproporcionadas, en lugar de arrojarlas de forma irracional a la primera de cambio. Una actuación inteligente y medida, aun silenciosa, es mucho más efectiva que el exabrupto más rugiente.
Gracias, Rafa.
Un placer compartir lecturas y comentarios, ya sabes.
Abrazos
La primera víctima de la ira es quien la desata. Es controlable, por lo que no exime a nadie de sufrir las consecuencias de dejarla salir a sus anchas.
Yo más que ira siento envidia de tu dentista. ¿Quién no ha soñado alguna vez con disponer de una situación ventajosa ante un energúmeno que se lo merezca?
Pero también siento agradecimiento, Ángel, por los buenos ratos que paso cuando me topo con tus relatos.
Un abrazo.
Quien se deja llevar por un enfado injustificado es, como muy bien dices, además de agresor hacia otros, víctima de un exceso que no ha sabido gestionar, y todo tiene consecuencias, ya se sabe que quien siembra recoge.
Esta dentista, por el contrario, dio una lección a un energúmeno, pero sin saña, con inteligencia, simplemente haciéndole ver su bajeza.
Para buenos ratos los que proporcionan tus letras, que además, como las mejores cosas de esta vida, son gratis.
Muchas gracias, Antonio.
Otro abrazo grande para ti
Magnífico Ángel, me ha encantado cómo has narrado esa venganza que hemos disfrutado sin movernos de la silla, todo lo contrario a lo que le ocurre ahí sentado al paciente.
Muchas felicidades, me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo
La ira no puede traer nada bueno, más pronto que tarde, de una manera o de otra, se vuelve contra quien no se ha molestado en controlarla.
Creo que ninguno hubiéramos querido estar en la piel de este paciente, pero seguro que tampoco en la de la dentista, que antes tuvo que soportar tanto enfado gratuito.
Me alegra que te guste. Gracias por leer y comentar.
Otro abrazo grande para ti, F. Javier
Hola, Ángel.
Me encanta eso de que la doctora nunca olvida una cara y el final mojado.
Se le estuvo bien al señor.
Enhorabuena.
Quedó hundido, él solito, en su propia vergüenza. Quizá no haya escarmiento mejor.
Muchas gracias por leer, Towi.
Un abrazo
Buen susto que se ha llevado el muchacho. Ja, ja, ja. Difícil de explicar en casa, claro que sí. Sobre todo porque a lo mejor sus hijos piensan que es un padre ejemplar. La mayoría de nosotros pensamos de quienes creemos conocer que serían incapaces de hacer alguna de esas cosas que la dentista relata, pero luego, en soledad, el lado oscuro emerge y… ¿Quién sabe?
Una vez escuché decir a alguien (en una película, claro) que matar la primera vez era difícil, pero que las demás no suponían tanto problema. Estaba basada en hechos reales y daba miedo.
Has retratado muy bien la situación aunque también es verdad que algunas personas no tienen la templanza suficiente para planear la venganza o el castigo y menos aún para dejar en libertad a aquel que les hizo daño primero.
Un relato muy original y bien escrito como es costumbre en ti. Un abrazo, Ángel. Felices días.
Muchas personas se transforman al volante, como en una suerte de Doctor Jeckyll y Mr. Hide, dejando escapar una ira excesiva y sobrevenida a la mínima. Quizá en parte sea perdonable, todos somos humanos, vivimos en una sociedad que tiende a tensionarnos con sus prisas y desafíos constantes, y cualquier chispa puede desatar un incendio. Pero luego se puede recapacitar y disculparse, precisamente por lo mismo, porque somos humanos y tenemos esa capacidad también, pero es más fácil dejarse llevar por el momento y no hacer ningún esfuerzo en rectificar. En contraste, para templanza e inteligencia, como bien dices, la de esta doctora.
Agradezco mucho tu lectura y comentario, Mercedes.
Otro abrazo para ti
Algunas personas se transforman en «Hulk» cuando se ponen al volante.
Al protagonista de tu relato le está muy bien empleado sentir el miedo en sus propias carnes.
Muy buen relato, Ángel. Mucha suerte.
Besos apretados.
Todos conocemos a personas sensatas, en principio, que, como bien dices, se convierten en monstruos dentro de un vehículo. A alguno le vendría bien un pequeño escarmiento, como a este sujeto.
Muchas gracias, Pilar.
Besos
Como siempre un magnífico relato, Ángel. Un claro ejemplo de cómo un ligero cambio de las circunstancias es suficiente para poner a un energúmeno en su sitio.
Mucha suerte y un abrazo.
Sería aplicable eso de «arrieritos somos y en el camino nos encontraremos». La vida, de una forma o de otra, acaba dando a cada uno lo que merece, o eso, al menos, queremos pensar algunos.
Muchas gracias por leer y comentar, Javier.
Otro abrazo para ti
Jajaja… pobre hombre, qué buena fuente de venganza la de la dentista. Espero que con éste buen susto aprenda a tratar a la gente con más educación.
Un placer leerte, Ángel.
Un abrazo grande.