52. Problemas de digestión
Todo empezó cuando se tragó las palabras que querían escaparse cuando aquella niña le llamó fea. Se quedaron ahí, dando vueltas en el estómago. Después siguió comiéndose las respuestas que no se atrevía a soltar a todos los que se reían de sus gafas. También los restos de los escupitajos que le caían en el pelo a la hora del patio, a veces con chicles con algo de sabor a fresa y pelo pegado. Se le atravesó especialmente la risa de la profesora cuando le pedía leer en voz alta y las erres se le atascaban en el aparato, y el eco replicado por todos los compañeros le abofeteó las mejillas hasta hacerlas arder. Tragó y tragó, hasta que un día, volando hacia el suelo en plena zancadilla a la salida del colegio, notó un extraño mareo y empezó a vomitar fragmentos de palabras hirientes con miles de aristas, que se expandieron por toda la calle, clavándose en todo el que andaba por allí cerca. Pronto, solo hubo gritos y confusión, mientras ella se sacudía la falda del uniforme y se iba caminando, ligera, preguntándose qué habría de comer.
Esther, has contado fenomenal esta historia tan buena. Suerte y saludos
Muchísimas gracias, qué bien que te haya gustado 🙂
Retratas muy bien a tu personaje: Una niña víctima de acoso escolar indigestada por las malas palabras que vomita, como cura a sus males.
Suerte y un besito virtual
Muchísimas gracias María Jesús 🙂
Hay personas que generan en otras una mala bilis. Hay episodios injustos que merecerían una respuesta; si ésta no se produce, se acumula dentro hasta generar una energía imparable, que de una forma o de otra debe salir. Eso sí, pobre de quien esté cerca cuando ello sucede.
Un relato sobre las palabras y su poder potencial.
Un abrazo y suerte, Esther
Gracias como siempre por tus comentarios tan acertados y mucha suerte 🙂
Efectivamente, como dice Ángel, el poder de las palabras es muy grande. Me alegro que nuestra protagonista haya aprendido a usarlo. Y que le aproveche!
Suerte con él!
Besosss
Qué forma tan estupenda de presentarnos a una chica que se traga todas sus palabras (y también las de los demás) hasta que, harta por no poder aguantar más, deja salir todo lo que la empachaba. Qué bien narrado, y la última frase es la guinda maravillosa. Suerte y abrazos, Esther.
Original idea y muy bien contada la historia.
Espero que aprenda a vomitarlo todo, o mejor aún, a no tragarse nada.
Saludos!
Carme.
Genial relato Esther, me ha gustado mucho.
¡Enhorabuena!
Un fuerte abrazo