39 Conversación sonámbula – Calamanda Nevado-
El chico se sentó en una silla vacía junto a la barra, aparentaba quince años escasos. Grito unas palabras malsonantes y dijo a la camarera que tenía las piernas bonitas. Le espetó qué como hacía para verlas a través del pantalón. “Te las vi el otro día”, murmuró. Mientras atendía a otro cliente le pidió un wiski. Ella señaló un cartel. Le exigió el DNI pero no quiso enseñárselo. “Tengo dieciocho años, grito protestón”. Entonces tómese un zumo. El muchacho se fue sin decir palabra a los aseos. Después de largo rato regresó para sentarse en el mismo sitio. Olía a alcohol y sus gestos eran exagerados. “Quiero una cerveza”. Márchese, está borracho. “Ahí pone prohibido servir bebidas a menores, no dice que no pueda estar borracho”. Fuera, murmuró desanimada. Se encaró con ella y le gritó: “estoy enamorado de usted, quiero verla y me voy a quedar”. Sin saber qué hacer le sirvió un té y el chico no volvió a hablar. Respiraba calmada cuando la llamó un tipo calvo, bajito. “He visto lo que le ponías al chaval en la infusión”, resaltándole que era menor. Cada vez más tensa, se agachó para coger del estante un cuchillo oxidado.
Un muchacho imberbe enamorado de una camarera mayor que él, acostumbrada a lidiar con todo tipo de situaciones. El alcohol como supuesto aliado del joven para darle el valor que cree necesitar para abordar a una mujer que le viene grande. Ella utiliza algún tranquilizante en el té que le sirve para calmarle. Alguien es testigo de todo y amenaza con denunciarla, en el fondo subyace la corta edad, preocupante cortapisa. Ante el miedo y la angustia a que la ley se le caiga encima ya no sirven sustancias desinhibidoras o tranquilizantes, ella estima que solo puede esgrimir un arma blanca, que lejos de solucionar nada, puede complicarlo aún más todo.
Amor (o enamoramiento), acoso y amenazas conforman el cóctel de una historia que, difícilmente, puede terminar bien. Cuando ocurre algún suceso luctuoso nos escandalizamos, nos preguntamos cómo se pudo llegar a eso. Tu relato demuestra que nada surge de la nada, que para todo hay motivos.
Un abrazo y suerte, Calamanda
Hola Ángel, te agradecozco una vez mas tu generosidad y la forma de captar los acontecimientos y trasmitirlos. Estoy de acuerdo, -nada surge de la nada-. Pidamos no vernos en situaciones de difícil solucion, que puedan complicarnos la vida.
Suerte con tus trabajos, muy buenos, y abrazos.
El miedo puede nublar nuestra capacidad para resolver con inteligencia las situaciones. Pero en estos tiempos que corren donde la educación de los jóvenes deja mucho que desear no resulta fácil actuar con la calma debida. Ese acoso y la falta de empatía le pueden conducir a cometer el más grave error. Espero que esta camarera recupere el control y no se complique la vida. Aún tiene tiempo. Mucha suerte, Calamanda. Un beso.
María José gracias, me gusta tu punto de vista en el comentario. Ya sabes como son los finales abiertos.
Mis deseos son reciprocos. Besoss