10 AÑOS ENTC: EL BOSQUE SOBRE LAS OLAS
Esta es la convocatoria de celebración de 10 AÑOS ENTC.
En esta entrada del blog tenemos el vídeorrelato
EL BOSQUE SOBRE LAS OLAS, de Nacho Rubio,
Ganador de la 1ª convocatoria ENTC en el año 2012.
Solo podrán participar los usuarios o participantes de ENTC a lo largo de sus 10 años.
La participación en el concurso será posible a través de este formulario desde el que se enviará el relato y el seudónimo correspondiente. La organización se encargará de publicarlo debidamente firmado con el seudónimo que nos indique en un plazo de 24 horas.
El relato será INÉDITO de un máximo de 150 palabras (sin contar el título) y tendrá que enviarse antes de las 23 horas (hora peninsular) del DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022 cumpliendo estas dos condiciones:
CONDICIONES
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- 1 El relato responderá a una composición libre, pero deberá mostrar claramente algún vínculo en el tema, trama, personajes o ilustraciones que podéis ver en el vídeo superior… dicho de otro modo, se mostrará claramente inspirado en parte o todo este videorrelato.
- 2. En el título o dentro del texto del relato participante debe insertarse un fragmento literal de al menos 4 palabras extraído del relato del vídeo. No se permite variación de tiempo, género, número, ni orden… LITERAL. DE 4 PALABRAS MÍNIMO. Este fragmento, para que sea fácilmente identificado por el jurado… TENDRÁ QUE APARECER EN MAYÚSCULAS.
Consultadnos cualquier duda. Revisad bien el texto antes de enviarlo porque, una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.
A finales de enero de 2022, el autor del presente videorrelato elegirá entre todos los presentados en esta publicación un relato que participará como FINALISTA para el concurso 10 AÑOS ENTC.
El fallo final del concurso se dará a conocer durante la celebración del 11 ENTCUENTRO celebrado en Arzúa en el próximo mes de marzo.
EL INDULTO, de El Principito
El buque de guerra fabricado por orden del rey sueco fue el más grande que jamás se vio en el Báltico.
En los astilleros se rumoreaba que los tablones utilizados para su construcción tenían vida propia. Eran de madera robusta y procedían de un bosque milenario cercano a Estocolmo, fueron los propios escuadrones del rey los encargados de su tala.
El armazón se terminó en primavera y, AL RETIRARSE LOS HIELOS, el buque zarpó con el propósito de dominar las aguas bálticas. Pero, antes del solsticio de verano, su tripulación aparecieró medio muerta en la playa. Los pocos tripulantes que conseguían hablar, solo repetían que los rumores que corrían eran ciertos.
El navío, en cambio, nunca se encontró mientras que el bosque se repobló misteriosamente.
Enseguida se empezó a runrunear sobre la benevolencia de los tablones que, convertidos en grandes árboles, volvieron al mar y rescataron a los soldados náufragos.
REENCUENTRO, de Jo March
DANDO GRANDES ZANCADAS SOBRE LAS OLAS, el abeto busca llegar a casa, al lugar donde otrora cortaran su antiguo yo… ¿Podrá reconocer su tierra? ¿Podrán reconocerlo a él? ¿Qué habrá sido de los otros, compañeros de infortunio?… Envuelto en un tsunami de preguntas, lo empieza a derribar la angustia pero entonces, por el rabillo del ojo, ve siluetas verdosas a lo lejos, cada vez más cerca, las ramas estirándose, las flores haciéndole señas… Vibran las hojas, germinan abrazos por doquier… El alivio es savia que vuelve a recorrerlo y por fin, después de tanto tiempo, de tanta guerra, se vuelve bosque.
RAICES MARINAS, de Onírica
Axel era el hijo de los dueños de un vivero de plantas situado a las afueras de Estocolmo. Solía esconderse en una gran tinaja de terracota que, volcada sobre un suelo arenoso al que rodeaba un pequeño estanque, se había convertido en su isla. Sus cuentos siempre hablaban de marineros. El último se titulaba “El bosque sobre las olas”. Hablaba de que EL REY DE SUECIA ordenó talar bosques enteros para construir barcos de guerra. Pero los árboles se vengaron. Renaciendo y llenando de ramas los buques, los hicieron estallar y pudieron volver a casa. El niño, impactado, preguntó a su padre qué árboles serían capaces de protagonizar semejante hazaña. “Podrían ser robles, de la misma familia que este carballito”, le contestó mientras señalaba un precioso ejemplar de bonsái.
Una mañana Axel observó que las hojas dentadas del arbolito estaban cubiertas de minúsculas gotas. Sabían a mar.
LA RECONQUISTA, de Catacaldos
Los promotores ganaron la guerra a los técnicos que emitían informes desfavorables y a algunos gobernantes que pensaban más allá de intereses económicos. Otros técnicos y gobernantes mejor pagados y menos escrupulosos les dieron la victoria. Miles de obreros fueron enviados A TALAR LOS BOSQUES para transformar aquel paraíso natural en un paraíso artificial para turistas de alto standing. Los nativos de la zona, durante la salvaje deforestación, contaron que habían oído el lamento de los árboles clamando venganza. Las advertencias de los «agoreros» no tardaron en cumplirse. Lluvias torrenciales removieron las entrañas de una tierra huérfana de raíces quedando todo sepultado bajo una ola de lodo. Nadie se atrevió a reconstruir aquel erial en el que muy poco a poco, sin oposición alguna, comienzan a verse brotes verdes.
EL RITMO DEL BOSQUE, de Carlos
Al retirarse los hielos nos acosaban avalanchas de termitas voladoras y mordedoras. Tuvimos la idea de untar nuestra columna leñosa con aceite de serpiente y ceniza de fogatas del bosque. Esta combinación espantó, momentáneamente, a los pequeños bichos. Valió la pena tener aspecto de payaso embadurnado. Sentir los zumbidos, y las propias termitas, metidas en la corteza, o moviéndose entre el floema, es una experiencia infernal.
Los árboles más vetustos permanecieron inmóviles sujetos unos a otros por la copa. La MADERA CRUJÏA BAJO LOS PIES de los centenarios. Sus yemas y brotes verdes despuntaron milagrosamente y los insectos, sin avanzar, encallaban en las ramas. Los veteranos desarrollaron gusanos, crecieron lo suficientes para hacerlas desaparecer. Los días venideros van a ser muy lluviosos, se nos lavaran los troncos y ramas, ellas regresaran. Cuando mengue la tormenta, no dormiremos. Nos moveremos al unísono arrojándolas al vacío.
El universo no nos decepciona nunca.
VENGANZA, de Doña Urraca
UNA VEZ, EL REY DE SUECIA mandó construir una armada y el pueblo tuvo que obedecer y sacrificar un cercano monte de abedules y coníferas para construir los barcos, a pesar de que sabía que su única riqueza se perdería al convertir las tierras en un erial. Al poco tiempo, así lo cuenta la tradición, los árboles talados se rebelaron, abandonaron la batalla y volvieron a su lugar de origen. Desde palacio miraban asombrados el paisaje reverdecido y el pueblo convirtió el lugar en un santuario y al Monarca en su Santo Patrón.
El bosque, herido y vengativo, decidió arder en un inmenso incendio la festividad de San Eric y nunca volvió a crecer.
PEAJE, de Sor Levadura
Los brazos de Helmi acogen los truenos de todas las tormentas; en sus muñecas diminutas se enreda el cabello ensortijado de Sigurd; de sus pechos brota un manantial de leche que amamanta Vänern, Vättern y Mälaren. Un bosque de abedules corona su pubis rizado, tan frondoso que ni la mirada azul de Balder puede penetrar en sus adentros. El mar se arrodilla a sus pies, salado y pegajoso como la cola de un tritón. De su vientre brota por fin el heredero, un vástago que asoma, casi transparente, tan rubio como Sigurd. DÍAS DESPUÉS LAS NAVES parten a la aurora. El neonato es ofrecido al viento de levante. Su cabello, todavía ralo, ondea por encima del figurón de proa. Njörðr le recibe con una nube que gaviotas cuyas risas compiten con el bramido de las olas. Helmi retorna, en su concha nacarada, al refugio abisal en el que habita.
VENDETTA SIGLO XXI, de Procrastinator
El joven Anders leía absorto una leyenda de su país. Esta rezaba que EL REY DE SUECIA mandó construir barcos para expandirse por el Báltico y que los árboles, esquilmados sin piedad, urdieron un plan para, en alta mar, vengarse. El muchacho frunce el ceño. «¡Qué absurda patraña! El monstruo del lago Nees, o que Elvis aún vive, eso sí que son leyendas», piensa en voz alta. Ya en la oscuridad de su habitación dormita soñando con árboles gigantes. A media noche, un leve crujido hace asomar una pequeña rama que se retuerce y trepa por la mesita de noche.
A unos pocos kilómetros miles de tablones de madera chirrían enfurecidos. El tiempo del vasallaje se ha consumado. En ese mismo momento las luces iluminan la inmensa tienda, “Ikea abre sus puertas a los clientes”.
MADRE NATURALEZA, de Ten
Bajo las faldas de la montaña, el bosque esperaba a ser arrasado, mientras varios aviones cruzaban el cielo. El humo de las taladoras se dejaba ver entre los troncos y subía por los árboles abrazando las copas.
El capataz dio la orden y, en efecto dominó, fueron cayendo UNO TRAS OTRO, PROFIRIENDO ALARIDOS MILENARIOS. El amasijo de ramas y el olor a gasolina lo cubrían todo.
Cansada de tragar humo, decidió dar un respiro a sus deteriorados pulmones. Desde lo más profundo, rugió expulsando lava, que engulló las máquinas, provocando el cierre del espacio aéreo.
THE GUARDIAN, de Matilda Johnson
Lo vieron en las noticias: árboles dando ZANCADAS SOBRE LAS OLAS. Guille, como muchos otros niños, asumió que aquello podía ocurrir, ya que de hecho ocurría, y no era ni un cuento ni una película; empezó a mirar las plantas de la terraza de otra manera y entendió que ellas vigilaban la casa, como un perro, pero que, en vez de ladrar, podían salir de sus tiestos y ponerse a andar como si tal cosa.
Por eso pidió un cactus a los Reyes Magos, porque el perrito solicitado no había llegado nunca; la idea era ponerlo dentro de su habitación y así, cuando su padre volviese a visitarlo para buscar lo que decía que era un poco de fiesta, el cactus comenzaría a andar por el pasillo llamando de su madre y él no tendría que romper la promesa dada de no abrir la boca.
EL SÍ DE LAS NIÑAS, de Bartleby
Del aparador del salón, supuestamente de nogal, tuvo que brotar una rama de almendro, y del sifonier de caoba, una flor de azahar. Los cristales de la araña del comedor hubieron de reflejar brillos de estrellas y del agua de la bañera emerger pequeños tritones cabalgando sobre caballitos de mar. Parecía que las señales eran inequívocas y aunque ayer, PARTIENDO DE VUELTA A CASA y por hacerse la interesante, le dijo a Javito que se lo tenía que pensar, hoy Lenita arde en deseos de que llegue la hora de inglés para decirle que sí.
EL VECINO DE ARRIBA, de rizzitos
Mis ojos se abrieron de par en par. no puede más que soltar una carcajada nerviosa. Todo había comenzado cuando nos mudamos al nuevo piso. Estábamos locos de felicidad, pero las cosas empezaron a torcerse aquella noche. Cerca de las doce oímos gritos que procedían claramente del piso de arriba. LA MADERA CRUJÍA BAJO LOS PIES de nuestros vecinos. Los llantos se repitieron los días siguientes. No había duda que nuestra vecina era maltrataba por su marido. No lo dudé y lo denuncié. Cuando vino la policía, la mujer rompió a llorar negándolo todo. Él, maldecía y me amenazaba. ¡Voy a matarte, voy a matarte! se encaró con los agentes que, ante sus golpes, decidieron llevárselo esposado a comisaría… dos días más tarde recibí una llamada. Al descolgar el teléfono nadie contestaba, sólo un extraño gruñido al otro lado del auricular. Por la tarde el coche no arrancaba, y en el taller observaron que los frenos estaban excesivamente desgastados. Esa noche, cuando bajaba la basura al contenedor, noté que alguien me seguía. Sabía quién era y lo que quería. Empecé a correr. Mis pies se engancharon entre sí y rodé escaleras abajo. Rápidamente otros vecinos acudieron en mi ayuda. Mi cuerpo magullado se resentía, pero no pude evitar una sensación de alivio. Ahora, en el periódico, hablaban de ese hombre. El mismo día de la denuncia se había derrumbado en comisaría y confesado todo. Estaba desde entonces en la cárcel.
EL PRINCIPIO DEL FIN, de Vellorita
Con las inundaciones, las heladas estivales y la estruendosa caída de los precios, en el pueblo ya nadie se parte el lomo arando las tierras. Imposible subsistir. La gente se muere de hambre. De pena. De insomnio. Ni siquiera las partidas de dominó los domingos por la tarde les amortigua el olor acre del aburrimiento. Poco a poco las calles empedradas, las cocinas, el abrevadero, la cantina, … van adquiriendo un tono grisáceo que se cuela por los intersticios de sus cuerpos produciéndoles un hastío que les irrita peligrosamente los lagrimales. Es entonces cuando Uno propone ir A TALAR LOS BOSQUES CERCANOS para hacer fuego con el que calentar la rabia. Y los estómagos vacíos. Cogen sus hachas afiladas. «No lo hagáis», gritan los árboles despavoridos. Pero nadie se para a escuchar. No dejan ninguno. Ahora no pueden ir hasta el quinto pino tampoco. Y esto solo acaba de empezar.
INTRUSOS, de Carballo
AL RETIRARSE LOS HIELOS el bosque resurgió espléndido, lleno de vida.
Hasta que un día convirtieron esa naciente primavera en un campo de batalla.
Por todas partes, donde solo debería surgir la vida, empezaron a verse hombres heridos por doquier, víctimas de la cruel metralla; cadáveres sanguinolentos de jóvenes que apenas habían empezado a descubrir el milagro de vivir; un sufrimiento inmisericorde y un sentimiento de que todo había perdido su sentido de ser.
Pero allá a lo lejos, como si de un oasis se tratara en medio de un desierto, surgió una pequeña cabeza de un cervatillo, que parecía preguntarse con su mirada inocente, que hacían allí, en su particular paraíso, aquellos intrusos.
URBANIZACIÓN DE SÚPER LUJO, de Respiración
Anunciaban una urbanización de súper lujo en lo alto del acantilado (Singular espacio arbolado de esparcimiento).
A pesar de carecer de licencia para construir vendían ya las parcelas en un bungalow muy próximo.
En el ayuntamiento se dieron prisa y, tras una votación ajustada, autorizaron la aberración, que hacía recordar “El mundo al revés” del que escribía Galiano.
Comenzó la tala del pinar y ALLÍ MISMO LOS SERRUCHOS se emplearon a fondo. Un ensordecedor ruido llenó de nostalgia el aire. Los árboles se apilaban en espera de su traslado al aserradero más próximo o caían desde lo alto del acantilado para terminar devorados por un mar enloquecido.
A los viejos pinos no les arropaba la magia de una leyenda, ni poseían la suficiente fuerza para remontar la altura del acantilado.
Flotaban en las enfurecidas aguas del Atlántico y, agitados por rachas huracanadas, se despidieron tristemente de la corrupción.
SIN NOSOTROS NO HAY VIDA, de Ladybug
Fue mi abuelo quien me enseñó a disfrutar entre encinas, rebollos, hayas, acebos… A quererlos y a abrazarlos. Sobre todo a los centenarios, son los que más saben, poseen poderes mágicos —me explicaba—, y yo extendía mis bracitos tratando de abarcarlos y absorber esa paz, beber de esa energía de la que él me hablaba.
Hoy he vuelto a mi niñez. Han desaparecido los que cobijaban la vieja casa, ahora tan despoblada de vida. Me dirijo hasta el río, ya no hay chopos amparando el camino, solo unos cuantos pinos que resignados esperan el mismo atraco que sufrieron sus hermanos. Me abrazo al más anciano, de repente, unos brotes rodearon mis piernas y mis brazos SE LLENARON DE RAMAS que gritaban angustiadas…
«¡Basta ya, parad, estúpidos!, si nosotros desaparecemos, irremediablemente también lo haréis vosotros».
FIORDOS, de Lirio
En Noruega esperaban con preocupación la visita que EL REY DE SUECIA les haría para estrechar lazos de amistad. Su gota podría dificultarle el viaje y conocían su incurable melancolía si le faltaba la visión del mar. Así que decidieron acercárselo. Desde la costa oeste se excavaron cientos de enormes zanjas por las que el mar penetró hacia el interior del país. Fueron removidas miles de millones de toneladas de tierra y talados y quemados un número incalculable de árboles, cuyas cenizas, aventadas por el viento, terminaron sepultadas en las lenguas de mar.
Esta obra de colosal envergadura modificó el paisaje anodino de la costa noruega para siempre. Aunque una profecía habla de que en algún momento, quizá no muy lejano, los árboles renacerán de sus cenizas y cargados de orgullo, lodo y venganza van a emerger para ocupar el lugar que les corresponde bajo la luz del sol.
EL ESTRATEGA, de Gourmet
Erico, EL REY DE SUECIA en 970, gobernó junto a su hermano Olof hasta que este falleció, pero no detallan las crónicas el trastorno que le supuso tamaño contratiempo. A él lo que realmente le entretenía y le daba mucha paz interior era atender la huerta que había detrás de palacio, rebosante de frutales y hortalizas. Era Olof el encargado de emprender las guerras hasta que un día, mientras talaban unos pinos para hacer más barcos, le cayó un tronco encima y le aplastó el cráneo.
—Qué faena —se lamentaba Erico mientras le ajustaban la corona a la cabeza.
Lo de seguir construyendo buques le era tedioso a más no poder, hasta que se le ocurrió incorporar su pasión, la alimentación sana, a las expediciones. Cinco raciones de fruta y verdura para cada grumete, cada día, les aportó tanta energía y vitalidad que así lograron ampliar muchísimo las fronteras.
OKUPAS, de Wenceslao Izquierdo
Tras unos meses por la playa, recuperan SUS RAICES PARTIENDO DE VUELTA A CASA, la que sea.
ANTIANIRA, de Belfegor
Ya es reina de las Amazonas. Algunas guerreras supervivientes de Troya han contado con detalle, como Aquiles mató a su madre, Pentesilea.
Si ya desde pequeña odiaba a los esclavos varones, ahora el sentimiento hacia ellos empeoró.
Hizo que formaran en el Ágora, los hombres y los niños desnudos.
ARMADA PARA DOMINAR EL instinto del macho, con un látigo y un cuchillo afilado y rodeada de su Guardia personal, formada por las mujeres más fuertes de la tribu, pasa revista a sus esclavos.
Ordena matar a varios niños, a otros, los ciegan.
Con los hombres se divierten, van mutilando según les parece, a unos les cortan los brazos o las piernas o los emascula.
Ella se queda para sí, un esclavo de la tribu de los gárgaros, con un miembro imponente.
Esa noche, ella no sabe, que, tras su orgasmo, una herida en su vagina está sangrando. No verá el nuevo día.
PROGRESO, de América
El bosque, testigo del empeño con que LOS SERRUCHOS DESGAJABAN LOS TRONCOS, esperó que las motosierras se detuvieran, las hojas dejaran de temblar, y las figuras sudorosas se tomaran un descanso sentadas en los dolorosos tocones.
Era el momento de actuar. Con la pegajosa resina los mantuvo adheridos a sus asientos mientras las raíces trepaban por sus pies. Entonces el devastado bosque los absorbió: hombres, máquinas, vehículos. Con ellos construyó los cimientos de un nuevo bosque. Mas alto, más misterioso, más oscuro. Las ramas y troncos talados pasaron a ser su hojarasca. Las sogas con que los hombres habían sujetado sus mutiladas ramas se enterraron como frenéticas raíces en busca de agua. Creció. Respiró. Volvió a crecer.
Recién cuando los pájaros montaron nuevos nidos, y regresaron los insectos, las setas, las larvas, el bosque se quedó tranquilo esperando ver llegar a los siguientes taladores.
CARBÓN VEGETAL, de Agüerojero
Los leñadores, en otoño, terminaron de TALAR LOS BOSQUES CERCANOS al pueblo. Hilario y su hijo fueron preparando la carbonera apilando troncos y ramas, restos abandonados de aquella matanza de árboles. El iglú de maderas comenzó a cocer a fuego lento en el claro del bosque y un humo lento ascendió y se dejó empujar por el ábrego hacia el norte.
La noche era cálida y clara. Alguien debía vigilar que la carbonera no rompiese en llamas y si lo hiciera tapar con arena los agujeros. En su duerme-vela Hilario confundía las Gemínidas con las pavesas que flotaban en el aire hasta que notó que aquella pira muda latía, engordaba y adelgazaba. Parecía la barriga de un gran toro.
─Maldita sea, ya hemos hecho lo prohibido, mezclar haya con roble, esto va a explotar, soñó que pensaba.
El calor de sus botas metidas en la pira lo despertó.
LEYENDAS NÓRDICAS, de Egomet
EL REY DE SUECIA se tapaba las narices y frotaba sus manos alternativamente. Desde Karnan, era fácil percibir que algo olía a podrido en Dinamarca. La temporada de pesca se había alargado y la temperatura estaba varios grados por encima. Por primera vez en su historia, los dánicos no tenían todo el pescado vendido. El monarca sueco no era partidario de hacer leña del árbol caído, pero la ocasión la pintan calva.
Ante la duda de, si en tales circunstancias sus orgullosos vecinos valorarían más la honra que unos barcos en el dique seco, optó por ir a por todas. Tuvo que arengar a sus súbditos, acostumbrados a hacer oídos sordos.
Una noche sin luna se acercaron sigilosamente a la costa de enfrente. Los destartalados drakkars se balanceaban en el puerto, como árboles hábilmente dispuestos para no dejar ver el bosque.
Demasiado evidente para sus cabezas, tan fríamente amuebladas.
ÁRBOLES QUE LLORAN, de Mujer Cobriza
La mujer cobriza soltó una hermosa carcajada. El espacio se alumbró con una luz irisada que cegó a los invasores. Estos, desconcertados, destrabaron las espadas.
La mujer cobriza levantó los brazos y empezaron a elevarse altísimos cautchoucs. Los árboles que lloran, empaparon con lágrimas a los hombres pálidos, dejándolos pegados a las cortezas cauchosas. LOS RENACIDOS ÁRBOLES SE AGITARON de dicha.
Una selva tupida quedó atrás.