10 AÑOS ENTC: LA MUERTE ES UN PERRO FLACO
Esta es la convocatoria de celebración de 10 AÑOS ENTC.
En esta entrada del blog tenemos el vídeorrelato
LA MUERTE ES UN PERRO FLACO, de Mar Horno
Ganador de la 5ª convocatoria ENTC en el año 2015.
Solo podrán participar los usuarios o participantes de ENTC a lo largo de sus 10 años.
La participación en el concurso será posible a través de este formulario desde el que se enviará el relato y el seudónimo correspondiente. La organización se encargará de publicarlo debidamente firmado con el seudónimo que nos indique en un plazo de 24 horas.
El relato será INÉDITO de un máximo de 150 palabras (sin contar el título) y tendrá que enviarse antes de las 23 horas (hora peninsular) del DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022 cumpliendo estas dos condiciones:
CONDICIONES
-
- 1 El relato responderá a una composición libre, pero deberá mostrar claramente algún vínculo en el tema, trama, personajes o ilustraciones que podéis ver en el vídeo superior… dicho de otro modo, se mostrará claramente inspirado en parte o todo este videorrelato.
- 2. En el título o dentro del texto del relato participante debe insertarse un fragmento literal de al menos 4 palabras extraído del relato del vídeo. No se permite variación de tiempo, género, número, ni orden… LITERAL. DE 4 PALABRAS MÍNIMO. Este fragmento, para que sea fácilmente identificado por el jurado… TENDRÁ QUE APARECER EN MAYÚSCULAS.
Consultadnos cualquier duda. Revisad bien el texto antes de enviarlo porque, una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.
A finales de enero de 2022, el autor del presente videorrelato elegirá entre todos los presentados en esta publicación un relato que participará como FINALISTA para el concurso 10 AÑOS ENTC.
El fallo final del concurso se dará a conocer durante la celebración del 11 ENTCUENTRO celebrado en Arzúa en el próximo mes de marzo.
PULGAS, de Sheldon
Ha vuelto el perro flaco que estuvo a punto de morderla el año pasado. La niña lo teme, pero le acerca un hueso que ha encontrado en el vertedero. Sabe que HAY MANERAS Y MANERAS de enfrentar el miedo y la suya es dejar que le lama las manos. El perro la mira con toda la piedad de que son capaces sus ojos amarillos, porque esta noche tiene una misión. Le ha convocado el hombre que canta canciones de Frank Sinatra y mata a mujeres los martes de luna llena. Aúlla contra Dios y contra el diablo esperando alguna señal, pero ni el cielo ni el infierno lo escuchan. No hay piedad para la niña que se quedará sin madre. La muerte se rasca las dudas y va a cumplir con su destino incondicional de perro.
¡QUÉ PENA DE MUERTE!, de Ladybug
Cada vez le gusta menos este trabajo; tener que disfrazarse para que no sepan cuándo, cómo ni dónde van a encontrársela. Por ejemplo, si va de chabolas, es casi imperativo hacerlo de perro flaco, con infecciones varias; hepatitis, tifus, malaria…. En cambio, en un barrio de alto copete tratar con directivos corruptos, arruinados, sicarios contratados por mujeres celosas, es otra cosa. Peor es cuando la envían a un instituto, con qué ganas se queda de equivocarse y cargarse al tocapelotas de turno, y no al gordito, a la pobre empollona o al que se viste y ama como le da la gana. Pero lo que no soporta es sacrificar a los que estudiaron en un seminario porque nunca superaron las tropelías que les infligieron —adornados con un impoluto alzacuellos—, los que predicaban la bondad y la misericordia. ¡Por Abadón!, se lamenta, que HAY MANERAS Y MANERAS.
EL VERTEDERO, de Belfegor
Detrás de cada gran ciudad hay un basurero enorme y hediondo.
Hay bandadas de gaviotas, ratas, perros y gatos además de una multitud de pobres que buscan en los desechos.
Un perro escuálido está escarbando con sus patas y encuentra una mano pequeña.
En su mente primitiva, aprecia un parecido con el olor de una chiquilla, que a veces le daba de comer.
AL PERRO FLACO LE GUSTA LAMER LAS MANOS DE LA NIÑA.
Lo hace, pero hoy tiene hambre y encuentra un sabor diferente y apetitoso. Muerde.
PRENDAS, de Bartleby
Civiles y militares se reunieron en la plaza del pueblo para organizar la búsqueda de la niña. Tendría unos cinco años, pelo rubio con rizos y hartazgo de gritos y disputas en la memoria. Los últimos que la vieron dijeron que llevaba un abriguito rojo, zapatos negros de hebilla y UNA MUÑECA CASI NUEVA, y que tomaba la vereda de Cerroscuro. Nada se supo hasta veinte años después. El párroco, algo traspuesto por el alcohol, creyó haberla visto sirviendo copas en un bar de carretera. Pero no estaba muy seguro porque ya no llevaba el abrigo.
MENTALIDAD CANINA, de rizzitos
Detrás de cada gran ciudad hay un estercolero gigante y profundo.
Hay bandadas de pájaros, ratas correteando por las cloacas, perros y gatos, además de una multitud de pobres que buscan en los desechos. Un perro ososo, está removiendo con sus patas y encuentra una mano pequeña. En su mente aborigen, aprecia un parecido con el olor de una niña, que a veces le daba de comer con las sobras del día. AL PERRO FLACO LE GUSTA LAMER LAS MANOS DE LA NIÑA.
Lo hace, pero hoy tiene hambre y encuentra un sabor especial y gustoso. Muerde. La niña muy asustada se marcha corriendo cayéndola sus pequeñas lágrimas de su bonita cara.
MILAGRO, de Carballo
Se aproxima al basurero un hombre encorvado por la culpa. ES EL PSICÓPATA QUE MATA MUJERES, y a veces a niñas.
Cerca, escarbando entre la basura está la pequeña de los Martínez, rebuscando para intentar encontrar algo que su padre pueda llevar a vender al Rastro.
La mira con curiosidad y le lanza una sonrisa desdentada, que hace estremecer a la niña.
Y esa desconfianza es la que finalmente la pondrá a salvo, al menos por esta vez.
Haciendo como que tiene prisa, la chiquita lanza un adiós apenas audible y desaparece de su vista, a toda prisa.
El hombre hace una mueca macabra y le dice : ¡Hasta más ver, pequeña!
LA FUERZA DEL CARIÑO, de Matilda Johnson
ES UN PERRO FLACO y está un poco enfadado, pero yo también estoy delgada y él me gusta, más incluso que la muñeca casi nueva que me ha dado el hombre que se pasa los días cantando, ese del que todo el mundo dice cosas malas. Quizás este perro, si logro que se quede conmigo, me ayude a mantener alejados a algunos hombres y a las ratas.
Sí, creo que haré eso, mañana es domingo y buen día para que me acompañe al vertedero donde, con un poco de suerte, quizás encontremos para él algún manjar que lo haga permanecer a mi lado; y al día siguiente le pediré al Tuerto que me enseñe cómo tratarlo, creo que él tuvo perros hace algunos años.
VAPORES ETÍLICOS, de Drunk
Le pilló a Cayetano el fatal accidente de su tío con tal cogorza que en el velatorio no fue capaz de sacarse de la cabeza el estribillo del tema que sonaba en el tugurio donde estaba cuando recibió la noticia:
«Pero al loro,
que el destino es un maricón,
sin decoro,
te da champán y después chinchón…»
Así todo el puñetero día, con ese runrún en plena resaca. Más soportable sería, pensaba exasperado, la tortura china de la gota de agua en la frente cada cinco segundos.
Tan rayado estaba que empezó a valorar si ahorcarse con el cinturón en el hueco de la escalera del tanatorio, o salir de allí corriendo y que le atropellara un camión, o tirarse por un puente a la autovía… Pero después de dos Coca-Colas se lo pensó mejor, que todavía faltaba de leer el testamento, y para morir, siempre HAY MANERAS Y MANERAS.
UNA FLOR EN LA BASURA, de Egomet
HACE UNAS SEMANAS LLEGÓ AL VERTEDERO y se lo disputa a las ratas, día a día. Por fin, «El tuerto» ha encontrado alguien a su altura. Pero hasta en el infierno brotan flores. Una niña de ojos azules aparece entre las tufaradas fétidas. Recoge latas acompañada de un perro flaco. «El tuerto» no la pierde de vista, pero el can lo ve venir y enseña los colmillos. Como respondiendo a una señal, los roedores le imitan y atacan como una jauría. De pronto se escucha un peculiar silbido y todos quedan paralizados. Es la niña. Después un lamento. Es «El tuerto» que se lame las heridas.
El perro tiene malas pulgas y comienza a ladrar desaforadamente. Las ratas salen en desbandada.
EN LA CALLE, de Onírica
Los vecinos ya los identifican sin verlos. Se han convertido en parte del decorado de la noche. Como la luna. El indigente y su perro. El indigente, su perro y su gancho. El indigente, su perro, su gancho y su drama. Éste último es el que pasa más desapercibido; porque UN HOMBRE QUE SIEMPRE TARAREA CANCIONES DE FRANK SINATRA mientras hurga en la basura da menos lástima que otros indigentes. Y te acostumbras a escucharlo noche tras noche un rato antes de que pasen los camiones de la recogida, como si fuera normal que la miseria tenga una agradable banda sonora.
A Mateo no le gustaban los animales, pero la calle le presentó a Sultán. Siempre revisan primero los contenedores del portal número 11. Mateo sabe que Maruja, la del quinto izquierda, tira muy a menudo alimentos recién caducados. De algo tienen que servir las antiguas juntas vecinales.
DÍA DE RESACA, de Wenceslao Izquierdo
“DETRÁS DE UN LUNES NUNCA VA UN MIÉRCOLES” solía repetir aquel estudiante elocuente y aplicado. Tras su primera e inesperada borrachera, su compañero de habitación le dijo a los dos días:
– Repítemelo ahora.
DESIDIA, de Procrastinator
Llaman a la puerta insistentemente. El padre ni se plantea abrir, para él una nimiedad, y además televisan un partido de fútbol. El hijo está absorto, los Rolling le susurran a 100 decibelios. La hija adolescente escupe frenéticamente WhatsApp, no es su rollo. La madre, harta de atropellos hogareños, se hace la sueca. El abuelo, que está escuchando CANCIONES DE FRANK SINATRA, a punto está de desconectar su sonotone. Pero, de repente, piensa que un brigadista jamás hace migas con la pereza. Así pues, con lentitud, se dirige hacia la puerta.
La muerte, esgrimiendo su guadaña, señala con su huesuda mano el interior, exige entrar. El anciano cierra la puerta de golpe, se desconecta, ahora sí, su audífono y con paso firme se esconde en su habitación al tiempo que grita:
—¡Albertooo, hijooo! ¡Sal, preguntan por ti!
EL PERRO QUE OLÍA LA MUERTE, de Agüerojero
Falleció Don Silvino, el cura del pueblo. Sonaban las campanas a difunto cuando un desalmado, se sospechó del cojo Renato el del robledal, lanzó al río cuatro perrillos recién nacidos ensacados. Río abajo, en Puente Callejo, vio el saco Paulino. Pudo sacar a tiempo los perrillos del agua pero tres fallecieron a las pocas horas.
Creció Moisés, que así bautizó Paulino al can sobreviviente, y desde muy joven, al oír los campaniles, se acercaba a acompañar a los féretros. Cuando fue perro adulto solía merodear las casas de los moribundos. Parecía que sabía reconocer el olor de la muerte de tantos cadáveres a los que acompañó al cementerio
UN MARTES DE LUNA LLENA de un lluvioso otoño, el día de la gran crecida, Moisés se acercó al robledal. Renato bajaba por el camino. Un gruñido de Moisés le hizo volverse. Tropezó, le falló su pierna seca y cayó al río.
LUNA LLENA, de Carlos
Si una canción de Sinatra lo relaja, y eso ayuda a la convivencia del vertedero, La Parca, invisible y sin forma, debía tragarse su grito. En cambio es un monstruo que lo obliga a localizar niños no deseados, seres destructivos o irresistibles, criaturas no útiles para que las moscas trepen por ellos. Es psicópata, y Ella lo sabe, su fuerza mental se siente atraída como un imán por sus tripas de perdedor. Antes NUNCA TUVO NINGUN REPARO en negarle una oportunidad con la cabeza si decidía qué una mujer no estaba lista para el funeral. O no mezclar unas cabezas con otras para privarlas de eternidad.
Es martes. El perturbado mata por adicción, pero le gusta decidir quién convierte en cadáver. Cubre la cara de la niña vagabunda con las manos y limpia la porquería que se le desprende del cuerpo. Le sonríe. Nadie la había prestado ayuda antes.
DESECHO, de América
Mientras su padre depositaba el bulto a los pies del vertedero, Pablo apretó los ojos con fuerza.
—Ven aquí, chaval —pronunció el hombre con voz tranquila.
Pablo se acercó lo justo como para empezar a caminar a su lado rumbo al coche, cuyos faros encendidos los guiaban en la oscuridad. Las piernas le temblaron cuando su padre depositó una mano sobre su espalda, pero consiguió disimularlo. Como también disimuló la aprehensión que le causaban los dedos crueles sobre el hombro, la cercanía cómplice del hombre.
—¿No has visto nada, verdad, chaval?
Pablo negó con la cabeza, con la voz, con el cuerpo entero. Y se sintió sucio, abominable, frío. Tan frío como el cuerpo de su madre abandonado a la luz de la luna junto a UN PERRO FLACO QUE no había dudado en olisquearlo con fruición.
EL PERRO, de Lirio
El perro que apareció rondando alrededor de los adosados era tan inquietante como el protagonista de una novela gótica. De pelo ralo, sucio, con las costillas bien marcadas bajo la piel y una mirada amenazadora, las dos veces que había ladrado frente a uno de ellos, alguna de sus inquilinas falleció por causas naturales. Por eso Camila ESTUVO A PUNTO DE desmayarse cuando lo hizo ante el suyo, pero su marido pudo calmarla con una tila mientras le hablaba de falsas supersticiones. Aunque no le dijo cuánto le costó encontrar el veneno indetectable que acababa de verter en su infusión, el mismo que había mezclado con el café al que invitó a sus vecinas, ni lo sorprendentemente fácil que fue adiestrar a ese perro callejero para que ladrase donde él quería.
Poco después, en su propio adosado, se descubrirían dos cadáveres, ambos, de manera inexplicable, muertos por causas naturales.
Guau.
POR POCO, de Glauka
Es un perro flaco pero es el único amigo de la pequeña pordiosera, ambos deambulan por el vertedero que queda fuera de la ciudad, al animal le gusta lamer las manos de la chiquilla y ella a veces se aparta porque teme que le muerda…hoy es martes y el perro no se separa de la niña.. que intenta inútilmente estirar su vestido que desde hace unos días se le ha quedado corto y estrecho. Ya no hay SOL EN EL TEJADO DE SU CHABOLA, la luna ilumina la noche y en el aire suena Frank Sinatra.
Acaban de llegar los voluntarios de la Cruz Roja y hace frío, se llevan a María a los servicios sociales, alguien les dio el aviso de que había una huérfana desamparada.
COLMILLO POR COLMILLO, de Elón
Todos LOS MARTES DE LUNA LLENA aparecía el perro en la puerta de la chabola. Solo ellas sabrían en qué lugar del vertedero se escondía el cadáver. Eran las únicas que le daban de comer y con suerte podría rascar una mano, un pie o una cabeza. Luego las acompañaba hasta el callejón donde impartían anatomía a los niños de papá, esos que jamás pisaban la facultad. Con lo que sacaban por la venta del fiambre iban tirando hasta que aparecía el siguiente. Para el asesino era un plan perfecto. La desafortunada de turno engrosaba las listas de desaparecidos sin dejar rastro y él seguía sin oler la facultad. Pero el destino es caprichoso y la voluntad débil y él se encaprichó de las niñas que suministraban la mercancía. Ya no hubo más clases de anatomía en el callejón y ese día el perro comió hasta saciarse.