10 AÑOS ENTC: OYMYAKON
Esta es la convocatoria de celebración de 10 AÑOS ENTC.
En esta entrada del blog tenemos el vídeorrelato
OYMYAKON, de Ernesto Ortega
Ganador de la 9ª convocatoria ENTC en el año 2019.
Solo podrán participar los usuarios o participantes de ENTC a lo largo de sus 10 años.
La participación en el concurso será posible a través de este formulario desde el que se enviará el relato y el seudónimo correspondiente. La organización se encargará de publicarlo debidamente firmado con el seudónimo que nos indique en un plazo de 24 horas.
El relato será INÉDITO de un máximo de 150 palabras (sin contar el título) y tendrá que enviarse antes de las 23 horas (hora peninsular) del DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022 cumpliendo estas dos condiciones:
CONDICIONES
-
- 1 El relato responderá a una composición libre, pero deberá mostrar claramente algún vínculo en el tema, trama, personajes o ilustraciones que podéis ver en el vídeo superior… dicho de otro modo, se mostrará claramente inspirado en parte o todo este videorrelato.
- 2. En el título o dentro del texto del relato participante debe insertarse un fragmento literal de al menos 4 palabras extraído del relato del vídeo. No se permite variación de tiempo, género, número, ni orden… LITERAL. DE 4 PALABRAS MÍNIMO. Este fragmento, para que sea fácilmente identificado por el jurado… TENDRÁ QUE APARECER EN MAYÚSCULAS.
Consultadnos cualquier duda. Revisad bien el texto antes de enviarlo porque, una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.
A finales de enero de 2022, el autor del presente videorrelato elegirá entre todos los presentados en esta publicación un relato que participará como FINALISTA para el concurso 10 AÑOS ENTC.
El fallo final del concurso se dará a conocer durante la celebración del 11 ENTCUENTRO celebrado en Arzúa en el próximo mes de marzo.
DIOS CREADOR, de Jo March
Mirando el cielo piensa en cuántas calles, cuántas casas, cuántos niños, iglesias y perros habrá de tener… LA VIDA NUNCA SE DETIENE en ese pueblo de perpetuo invierno y nombre exótico que le pone el broche de oro…
Alentado por todo lo que puede vislumbrar, comienza a soplar el vidrio del globo de nieve.
EN LA DISTANCIA, de Campo Pardeño
No es mal lugar para vivir. UN MANTO BLANCO CUBRE TODO EL PUEBLO. Se trata de nieve simulada, porque nuestra villa tiene buena temperatura incluso en diciembre, ya quisieran eso en la gélida Rusia.
Sé que existen ciudades llenas de maravillas, pero a este micromundo no le faltan infraestructuras y servicios: pozo, castañera, posada, hasta un castillo.
Echo de menos a los pastores, incluso a los animales de carga que caldean el pesebre. Me llevaba bien con todos, apacibles, aunque un poco estáticos. Yo sí tuve la facultad de moverme, solo que por seguridad me cuidé mucho de revelarlo. Abandonaba el puente y la caña de pescar cuando no había nadie en casa.
Era dichoso allí. Un día mi vida cambió.
Dentro de un cubo para los residuos, con las piernas astilladas en mil fragmentos imposibles de pegar, maldigo al condenado Manchitas y su zarpazo felino.
LA CÁRCEL, de Lirio
El hombre se despierta aturdido, incapaz de recordar por qué está semienterrado entre dunas de arena. Siente cómo le duele todo su cuerpo, pero hace un esfuerzo por levantarse y comienza a andar como un sonámbulo con una extraña sensación de «déjà vu». Ante él se extiende un desierto sin sombras, inabarcable, que el sol parece poblar de reflejos y cuyos rayos le queman con la misma intensidad que lo haría su brillo si atravesasen el cristal de una lupa.
Le cuesta avanzar. El terreno es cada vez menos firme. Da un paso Y ENSEGUIDA VUELVE A hundir sus pies en la arena, luego los tobillos, las rodillas y poco a poco, sin poder evitarlo, es engullido por un remolino en medio de un siseo constante, casi imperceptible. Y allí se quedará, sepultado en el tiempo, hasta que el juez ordene dar otra vuelta más al reloj de arena.
EL MUÑECO DE NIEVE ASESINO, de Belfegor
En mi pueblo hace mucho frío y el invierno dura muchos meses.
Cuando la nieve cubre las calles los únicos que salen a jugar son los niños.
Desde diciembre, el manto de nieve ha aparecido teñido en rojo en ocho ocasiones. Me encanta el contraste.
Mi condición de ser el propietario del colmado, en el cual, además de los de aceites, arenques y legumbres, vendo también chuches, me exime, de ser considerado sospechoso.
También me sirve para llevarme bien con ellos. La promesa de un buen puñado de chuches me ha alegrado la vida muchas veces.
Nunca se ha encontrado el arma asesina.
Después de una semana de sol, ha empezado a nevar.
Tengo que esperar uno o dos días y CUANDO EMPIEZAN A CRECER CARÁMBANOS en el porche de detrás, elijo el más afilado, cojo un puñado de golosinas y salgo a la calle.
OQUEDADES, de Matilda Johnson
Está algo nervioso, siempre dijo no creer en adivinos pero allí está, en una sórdida barraca de feria esperando a que la pitonisa haga acto de presencia.
Sobre la mesa está LA BOLA DE CRISTAL e intenta no mirarla porque tiene miedo de lo que puede haber dentro de ella. Y lo cierto es que hace muy bien en temerla, dentro no hay absolutamente nada y eso es lo que habrá en su vida.
Afortunadamente la pitonisa le contará algunas historias que bien puede cumplirse, como hace con todos, y él tardará muchos años en comprender la incontestable verdad: tanto bola como su vida estaban y están perfectamente vacías.
EL ARMA DEL DELITO, de Frozen
No paraba de sobar y dar vueltas a aquella bola de cristal, ensimismado. Le recordaba a una ciudad del norte de Rusia que había visto en un documental de La 2. Sus habitantes dejaban el coche aparcado con el motor encendido para que no se congelara; era eso o no volvías a arrancarlo hasta el verano. Los que usaban gafas ya podían comprarlas de plástico, porque las metálicas se quedaban adheridas a la cara, del frío que hacía. Y si calentabas agua en una tetera y la lanzabas al aire, el líquido se convertía en escarcha antes de llegar al suelo, parecía cosa de magia
Después de un buen rato venga a frotar, decidió guardársela en el zurrón, junto a las joyas y el dinero de la vieja. Había intentado limpiarla echando saliva y con la manga, pero LA SANGRE SE CONGELA al quedar pegada a un paisaje nevado.
NIEVE ENAMORADA, de Bartleby
Azahara, la favorita del harén de Abderramán, procedía de tierras navarras. El califa estaba prendado de ella, que también había caído seducida por sus ojos de miel, sus labios de sal y sus manos de seda. Abderramán se desvivía por colmarla con los más bellos tejidos, las joyas más valiosas y el mejor palacio imaginable. Incluso le dedicó, poniéndole su nombre, la nueva Medina que construyó en tierras cordobesas. Sin embargo, Azahara añoraba la nieve que acompañó su infancia y su amado no quiso dejar de complacerla. Una mañana ventosa de invierno, ella ve por la ventana cómo flotan en el aire pequeñas briznas blancas. Al asomarse, contempla emocionada cómo UN MANTO BLANCO CUBRE TODO EL monte. En los miles de almendros que el califa ordenó plantar, había brotado la flor y sus pétalos, movidos por el viento, envolvían el entorno del palacio. Desde ese día, aún lo quiso más.
AL CALOR DEL HIELO, de Egomet
La temperatura había descendido por debajo del límite. No tendría que ir a la escuela. Alexei se dirigió, cruzando el río helado, hacia la finca de su padre. De pronto volvió a nevar y todo se convirtió en una abrumadora redundancia del blanco. Ante la imposibilidad de avanzar, Alexei se refugió en un sórdido barracón, BAJO EL CONTINUO LADRIDO DE LOS PERROS. Incapaz de entrar en calor, poco a poco se sintió invadido por un sopor paralizante. El cuerpo se le fue congelando, mientras su mente proyectaba vívidamente las imágenes de un reciente documental sobre el Caribe. Días después, encontraron dentro de una carcasa de hielo, el inequívoco volumen de su ausencia.
Desde entonces, Alexei, un viejecito taciturno y sin pasado, repite en el malecón de La Habana el mismo ritual. Cada atardecer, con sus ojos llorosos fijos en el hielo, apura un Black Russian.
CLIMA SIBERIANO, de El Principito
VUELVE A NEVAR SOBRE la nieve de Oymyakon, igual que ayer, anteayer y mañana. Pero ya no me sorprende, me he acostumbrado.También a tomar la leche en cubitos, a la escasa luz solar, a no estar más de veinte minutos en la calle (si no quiero acabar del mismo modo que un pescado que se congela apenas lo sacan del agua) e incluso me he acostumbrado a echar un polvo los viernes como hacen los lugareños.
Soy un tipo frío. La típica estatua de hielo, dice ella antes de poner su sonrisa maliciosa y agitar la bola de cristal para que vuelva a nevar sobre la nieve de Oymyakon.
MÁGICO ESPECTÁCULO, de Carballo
MIENTRAS SUS MADRES RECALIENTAN LA SOPA los chiquillos se deslizan, despreocupados, con sus trineos por la nieve que cubre las calles de Oymyakon.
Es una de las principales diversiones de este pueblo, aunque a veces, cuando la bola de cristal permanece quieta en la repisa de la biblioteca de Paula, apenas llega para deslizarse por ella.
Muy diferente es cuando viene a verla su amiga Esther. A ella le encanta ver caer la nieve sobre los tejados de las casas, la iglesia y la plaza del pueblo y por eso la gira una y otra vez.
Entonces se llaman a gritos desde las ventanas de sus hogares para salir a las calles y lanzarse en sus trineos rojos, llenando de alegría y algarabía la mágica bola. Y sonríen cuando consiguen que Esther grite y aplauda por el maravilloso espectáculo que han creado.
FIN DE LA INOCENCIA, de Doña Urraca
Entré en la casa la Navidad en que Juanito cumplió un año y su padre me dejó junto a su cuna. Yo disfrutaba con la sonrisa del pequeñín al ver caer la nieve en LA BOLA DE CRISTAL en que vivía, hasta que se quedaba dormido. Pasaron los años y aún continuaba jugando conmigo, pero un día de Reyes, ya cumplidos los nueve años, de un manotazo, tiró mi mundo al suelo, se rompió la bola, se desperdigó la nieve y yo quedé tendido en la alfombra. Quise esconderme pues iban a llegar los Reyes, y descubrí decepcionado que eran sus padres, que amenazaban con pisarme sin querer. Hui al jardín a buscar al Ratón Pérez que unos días antes le había dejado un regalo al niño, pero me encontré una inmensa rata de alcantarilla. Ya nunca pude volver a mi bola de navidad.
LA BOLA DE NIEVE, de Ladybug
La tiene situada en el lugar más privilegiado de su nueva casa en la Costa del Sol. Se la trajo cuando regresó definitivamente de Suiza. Con ella recuerda a su gente, sus costumbres, sus calles y tranvías, sus montañas, su olor a chocolate. Y cuando echa de menos su nieve, la agita. Lo hace desde su terraza, viendo el mar, se le antoja que UN MANTO BLANCO CUBRE TODO. Lo hace especialmente esos días en los que el termómetro alcanza los cuarenta grados a la sombra.
DESTINO, de Wenceslao Izquierdo
Como a la clienta no le gusta el novio pronosticado, la pitonisa AGITA LA BOLA DE CRISTAL DE NUEVO, a ver si hay suerte.
LAS SEMANAS, de Nise
En la pequeña aldea rusa los lunes bajan drásticamente las temperaturas. Los martes amanece con escarcha en los campos. Los miércoles nieva con intensidad sobre los tejados. Los jueves se hacen intransitables las calles y sus habitantes permanecen confinados en sus casas. Cuando se convencen de no poder sobrevivir un día más, es viernes y TODO EL MUNDO HACE EL AMOR. Y se calientan los corazones y los hogares. Así es cómo el deseo salva a los humanos y a sus mascotas.
LA HISTORIA PREFERIDA DEL ABUELO MIJAÍL, de Onírica
“Cierra los ojos. ¿Quieres sentir frío?, prueba a decir bajito y silabeando Si-be-ria, Si-be-ria…, así hasta cinco veces y notarás cómo un viento gélido te va estremeciendo. Y si pronuncias con fuerza Gu-lag, Gu-lag…, al menos otras cinco veces, oirás cómo se acercan las pisadas del Enano Sangriento. Y al frío se añadirá el miedo”.
Así comienza la historia que más les gusta escuchar de boca del abuelo Mijaíl a Natacha y a sus hermanos. Él estuvo muchos años prisionero en un campo de trabajos forzados, levantando junto a otros compañeros la ciudad de Vorkutá.
Mijaíl volvió. Otros, convertidos en estatuas de hielo, todavía parecen esperar alguna señal QUE ANUNCIE LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA. Pero allí el invierno es eterno; igual que en la bola de cristal que el abuelo agita constantemente mientras les habla, provocando en su interior una infinita nevada.
EL ASTILLERO DE MIGUEL, de Agüerojero
Cuando las cuotas de pesca retiraron a Miguel, el padrón del TXALDUPE, se propuso construir, él solo, en su astillero particular, una carabela como la que Juan Niño construyó para descubrir América.
No importaba si hacía frio o calor, si llovía o nevaba; pasó meses lijando las cuadernas y trabándolas a la quilla. Cuando el esqueleto estuvo terminado y forrado con tablones de pino ya habían pasado tres años.
LOS VIERNES TODO EL batxoqui le echaba de menos; el mus, claro. Era el hazmerreír de unos y el hazme-admirar de otros. Miguel pasaba de consejos y chanzas.
Con dificultad plantó los tres mástiles labrados en madera de cedro. Cosió las velas y montó el castillo de popa.
Por fin lo terminó. Llegó el momento de botar la nave.
Puso la botella ceremonial en manos de su nieta más pequeña y la cerró con un corcho que embadurnó de lacre rojo.
ICEDREAMS, de Elon
Noel soñaba con asentarse en la Antártida. Por eso nada más llegar se desnudó, se fundió con el hielo y echó raíces. Lo alimentábamos con caldo de krill, su favorito. Lo averiguamos porque se derretía en charquitos en cuanto lo asimilaba y porque así nos lo hizo saber mediante morse de gotas, su forma de comunicarse. También nos dijo que deseaba una compañera y tras una ardua búsqueda dimos con una inuit que se interesó por él. No tardaron en entrelazar raíces y cada vez que hacían el amor se licuaba todo a su alrededor, pero ponían tanto ardor que hasta dejó de nevar y hubo que confinarlos en una semiesfera de cristal, donde crearon su propio ecosistema, con sus nubes y tormentas y enseguida volvió A NEVAR SOBRE LA incipiente barriguita de la inuit. Noel dice que ni en sueños podía haberlo imaginado. Es niña y se llamará Nievitas.
ROMANUEL, de América
Como cada año, las fiestas de la virgen se inician por todo lo alto. Para ser precisos, cuatro metros por encima del descampado donde se enclava la valla.
Aunque, a decir verdad, ni los compases son audibles, ni la banda es banda, ni la virgen es virgen, ni el pueblo es pueblo.
Desde que cerraran el único bar todo se ha precipitado. La iglesia saqueada, el camposanto clausurado y el socavón en la entrada. Una niebla silenciosa CUBRE TODO EL PUEBLO, o lo que fue.
Las callejuelas se desprenden por los bordes, las casas blancas se emborronan y la fuente está derretida desde que un vándalo trepara los cuatro metros de escalerilla metálica y acercara un mechero a la esquina inferior izquierda del cartel anunciador que, a la entrada del abandonado pueblo, publicita las bondades de vivir en plena naturaleza. Eso queda de Romanuel. El cartel y sus fiestas.
VENGANZA HELADA, de Procrastinator
LA BOLA DE CRISTAL de la pitonisa le augura que un iceberg lo matará. Él no cree en esas tonterías, pero evita navegar en barcos (tiene presente la historia del Titanic) y ha dejado su deporte favorito, el esquí. Realmente lo dejó cuando su mujer desapareció en la nieve, nunca encontraron su cuerpo, «ni lo encontrarán», piensa sonriendo.
Ahora disfruta de su condición de millonario, saboreando un whisky en la lujosa biblioteca de la mansión de la que fue su mujer. De repente se sobresalta, una sombra fugaz pasa por delante de sus ojos. Un escalofrío recorre su cuerpo, «no puede ser, mi mujer está muerta». Apresuradamente da otro trago, un cubito se desliza rápido hacia su garganta. El pequeño iceberg se le incrusta en la tráquea. El aire empieza a faltarle, «el hielo pronto se derretirá y podré respirar», piensa mientras su calor de vida se apaga.
TRANSACCIÓN, de Carlos
En Blixen no hay pájaros que ayuden a despertarse. Pero nos levantamos al alba y salimos con las primeras luces a ver nevar sobre la nieve. UN MANTO BLANCO CUBRE los jardines, enormes y muy bellos. Las conversaciones al exterior se cultivan escasamente. Hay pocos que nos detengamos a preguntar algo sugerente. En Blixen sorbemos café de primero en el almuerzo, con gorros puestos y anoraks, sopa hirviendo de segundo y más café borboteando de postre. Viene de antiguo que las prostitutas malvivan. El frío mengua su clientela. Los ahorros de toda la vida, son solamente para calentar la casa. Las parejas en Blixen no se desmoralizan. Es suerte porque la inmensa mayoría no se quieren. Los fines de semana demuestran perseverancia y espíritu de superación haciendo el amor hasta que amanece. Tal como nosotros lo entendemos, los sentimientos especiales, invisibles, nos los ofrecen las bolas de cristal al agitarlas.
LA ESPERA, de Kane
En nuestro pueblo tenemos un vigía para QUE ANUNCIE LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA en cuanto asome por nuestros riscos. Pero nunca ocurre. Se olvidó de nosotros. Hemos mandado exploradores a los cuatro puntos cardinales, y ninguno ha sido capaz de traerla. Uno volvió con un unicornio, otro con la eterna juventud, un tercero con la piedra filosofal, y el cuarto con un trineo llamado rosebud. Pero nosotros solo queríamos la primavera: que florecieran nuestras macetas, un rayito de sol al mediodía, entender qué es el calor. Hubo quien intentó fabricarla con estufas, con flores de plástico, con golondrinas disecadas. Fue inútil. Ahora dos jóvenes están dispuestos a sacrificarse. Han leído mucho, y dicen que siempre acude donde brota el amor. Así que no se gritan, y hasta se quitan los guantes para entrelazar sus manos congeladas. Como si esa blandenguería suicida tuviera algo que ver con las estaciones.
LA VIDA AL CALOR DEL FRÍO, de Emily Dickinson
Icemar acaba de esculpir un nuevo amante de hielo con la sierra mecánica que con sus manos heladas la goza como si no hubiera otro invierno. Cuando de su corazón EMPIEZAN A CRECER CARÁMBANOS y dudas, ya se ha diluido. Es lo que quiere Icemar: la libertad de tener a un hombre distinto cada día, sin compromisos, amar al límite para después perder.
Sin embargo, hoy mira con tristeza ese charco de agua en la cama, prueba líquida del amor que se fue. Observa por la ventana cómo otras mujeres pasean con hombres de carne y hueso, calentitos, hombres que se quedan para amarlas mañana igual que ayer.
En vez de coger la sierra mecánica, siente el impulso de abrazar las sábanas empapadas. Las tiende en el patio al sol. Luego espera desnuda a que su amante se evapore, suba a las nubes y vuelva a llover.
AVISO, de Baobab
No vayas al circo ambulante. No te empeñes en entrar en el carromato más llamativo y extravagante que hayas visto nunca. No le pidas un deseo al mago que encontrarás allí. Tiene una forma perversa de concederlos. Yo quería sentirme igual que un astronauta en ingravidez, notando esa sensación de caída con desplazamientos lentos. Y aquí estoy, atrapado a merced de los niños que agitan LA BOLA DE CRISTAL para ver cómo me muevo entre la nieve hacia ese dibujo de nave espacial que cubre el suelo de mi nuevo mundo.