44. LA NIÑA QUE VIVE EN MÍ (Ginette Gilart)
A menudo noto su presencia, especialmente en primavera y en verano. Durante los días largos y soleados casi siempre está presente y me inunda con sus risas, sus juegos y sus canciones. Conmigo recorre los caminos a bicicleta, silbando un estribillo, dejando que el viento alborote mi cabello. Los baños de mar son sus preferidos, se siente como un pez en el agua y los disfruta hasta que le salen escamas. En otoño, si paso cerca de la antigua escuela me pellizca y me obliga a acercarme a la panadería donde la veo saborear un pan de chocolate, o me dirige hacia el quiosco a comprar nubes de algodón o palos de regaliz. Durante el invierno pasa más desapercibida, pues el frío y la lluvia nunca fueron de su agrado. Tal vez algunos días aparece, cuando la nieve lo recubre todo; entonces la veo llegar sonriendo en su trineo. La peor época es la Navidad, no sé dónde está, se esconde o se duerme. Con el tiempo he aprendido a despertarla y alegrarla, decorando la casa y preparando postres ricos a los que ella no se puede negar.
Me ha gustado mucho leer este relato tan lleno de nostalgia por los recuerdos de la infancia que la narradora no quiere perder por nada del mundo. Me alegra mucho leerte, Gina. Que no se esconda ni se duerma la memoria. Un besuco y mucha suerte.
Me ha gustado mucho leer este relato tan lleno de nostalgia por la infancia y sus recuerdos felices que la narradora se esfuerza por no perder. Me alegra mucho leerte y te deseo mucha suerte. Un besuco, Gina. Brindo por la niñez que aún nos habita.
Somos la suma de lo que hemos sido. Aunque a cada instante nos transformemos y, se supone, maduremos, seguimos teniendo dentro la alegría y despreocupación de la infancia.
De vez en cuando conviene dejar que se exprese y disfrute ese/a niño/a interior, como tú has hecho en esta fresca historia de memoria y presente.
Un abrazo y suerte, Ginette
Perdona el doblete. Creí que no lo había colocado y empecéde nuevo…
La memoria siempre nos devuelve los momentos que nos produjeron felicidad y los amplía, los magnifica y los ensalza; llegan entre nubes y nos hacen sonreír, porque los recordamos perfectos, porque lo fueron. Algunas veces me pregunto si solo fui feliz en mi infancia y sé que no. Olvidamos con facilidad el sabor amargo del dolor y sublimamos el dulce del chocolate. Pero es que estaba tan bueno con ese pan… Gracias por el relato, Ginette. Suerte y abrazos.
quueeeee bueno leerte de nuevoooo… besazo