38. TIRITOS
Comienza un nuevo día. Quizás el mismo, ausente solo por esa pertinaz querencia que tiene a las antípodas. Las horas volverán a sonar en el viejo reloj de la torre. Serán las mismas, incapaces de abandonar su vórtice. Hace muchísimo frío. Un álamo tiembla junto a una pared acribillada.
Despierta don Vito. De lejos, el murmullo de las olas con su juego eterno de caricias y desdenes. Despunta el sol. La luz dibuja un ventanuco en el suelo. Don Vito lo mira, lo mira, lo ve desplazarse. Espera.
Espera.
Espera el déjà vu que lo atormenta.
Tirita de frío. La celda tiene una puerta, una gatera, una escudilla mugrienta de peltre a la que no alcanzan sus manos temblorosas. Pan duro, cebolla rancia.
Volverán más tarde a buscarlo, cuando acaben las prácticas de tiro. Lo arrastrarán hasta el paredón de los mil agujeros, junto al álamo temblón. Las piernas embutidas en un cubo de cemento. No quiere el sargento marrar otra vez con el blanco.
Don Vito comenzará a temblar con muchísima fuerza. Por ahuyentar el frio, por espantar el miedo.
Cargadores vacíos, cabeza gacha, moral derrengada. Lo llevarán de nuevo a su celda. A rastras.
Esperarán un mejor amanecer.
Un reo aguarda el amanecer en el que todo debería terminar bajo las balas de un pelotón de fusilamiento. Un hecho que, por lógica, sería único e irrepetible, sin embargo se pospone una y otra vez, en un bucle un tanto misterioso, en el que el frío del miedo y el del clima se fusionan. La angustia se renueva para el fusilado en potencia, que no tiene otra alternativa que esperar que el siguiente día ya sea el definitivo, o puede que no, en una espera que es esperanza y tortura.
Un relato dibujado con contundentes pinceladas de incertidumbre, que podría leerse como metáfora del final que todos tenemos escrito, aunque no sabemos cuándo llegará.
Un abrazo y suerte, Luis
Gracias por pararte, Ángel. ¿Frío?, ¿comienzos?, ¡pues los dos!
El frío me congela leyendo tu relato por lo verosímil, y el miedo que despide el protagonista ante la hora fatal del fusilamiento.
Mucha suerte, Luis
Vaya tortura psicológica que sufre este pobre hombre.
Buena historia y bien contada, con imágenes que acompañan al lector para meterlo en ese escenario (Un álamo tiembla, La luz dibuja un ventanuco, el paredón de los mil agujeros…).
Un placer leerte, Luis.
Un beso,
Carme.