44. Algo inesperado (Gemma Llauradó)
Calla, no grites. Soy yo. ¿No me reconoces? ¿Por qué me miras como si no me conocieras? Acaso no me recuerdas. ¿Sabes quién soy? Soy tu hijo Gabriel… He regresado de Argentina. Mamá, ¿qué te pasa? ¿Por qué no me hablas? No, no grites. Mírame. Sigo siendo yo. Tú hijo. Estoy aquí mamá. ¿Qué te sucede?
Hubo un silencio ahogado, ligeramente prolongado mientras él la observaba desconcertado. Algo en su interior le decía que algo no iba bien.
De repente, unas lágrimas escurridizas se deslizaron por las mejillas de ella, unas palabras desordenadas se atropellaban unas tras otras bajo una voz asfixiada. No, por favor, mamá. Háblame despacio. No llores. Dime, ¿cómo puedo ayudarte? ¿Qué puedo hacer? No te entiendo mamá. Habla más despacio. Su mano tocó la suya, pero ella la retiró como si fuera a quemarse. Pero ¿qué te sucede? Mamá, soy yo…
Unos segundos más tarde entró Sara en el salón. Llevaba consigo dos tazas de té negro, el preferido de Gabriel. Viendo la escena, le habló a su hermano.
El médico le había diagnosticado Alzheimer y estos eran los comienzos de la enfermedad. Tenía días buenos, otros no tanto. Aquel era uno de esos días.