36. APÓCRIFO
La noche anunciaba la inminente primavera y oreaba el jardín con olores innúmeros. No obstante, mi alma estaba intranquila, como presintiendo un destino terrible. Por alguna secreta razón, me encontraba solo, aunque al lugar había llegado –bien lo recordaba– acompañado de mis amigos.
Entonces surgió de la oscuridad. Venía a confortarme, dijo. Que reclinara mi cabeza en su pecho, me conminó, mientras, en efecto, con el brazo izquierdo rodeaba mi cintura y, con el derecho aferrándome el hombro, me atraía hacia sí, tan cerca que podía sentir crepitar las plumas de sus alas. Luego acercó sus labios a mi oído y empezó a susurrar frases inconexas que, cuando al fin tomaron forma, trajeron una vez más a mi mente el abandono de mi padre.
Solo un instante después, el espeso olor a especias de su sangre se unía y sobrepujaba al resto de fragancias del huerto, mientras al género humano se le vedaba, una vez más, cualquier posibilidad de salvación.
Las circunstancias pueden ir por un lado, ser placenteras, incluso, pero si el alma, la esencia misma del ser humano, barrunta intranquilidad, ha de ser por algo.
Tu protagonista puede haber llegado a ese jardín acompañado y en situación festiva, pero la muerte es algo que ha de afrontar solo cada individuo. La aparición de un ser sobrenatural confirma que tal vez tiene más un pie en la otra vida que en la que ha conocido. En esa hora es posible que surjan aspectos que le dañaron y marcaron desde el pasado, como el abandono del padre. Tal vez ese ser angélico sea el mismo padre, que no termina de acogerle, que no está donde debe para auxiliarle en los momentos difíciles, como nunca estuvo.
No sabemos qué habrá después, si es que hay algo, nadie vuelve para contarlo, para eso está la imaginación y, en concreto, la literatura. Una posibilidad puede ser que no exista la salvación, un final amargo y sin redenciones, cada cual en su hora.
Descripciones cuidadas para un relato con un mensaje de desesperanza, del que espero no haberme alejado demasiado.
Un saludo y suerte, Eduardo
El título no es casual y, seguramente, detrás de las hermosas palabras, del jardín primaveral y los aromas agradables, se esconda un angelito algo falso.