68. Sobre ángeles y demonios
Son servidumbres. Las mismas que de joven lo mantenían ocupado y que ahora le perturban el sueño, arrastrándolo a empresas imposibles y perdiéndolo en tortuosos laberintos. Es la ansiedad de la tarea por acabar. La rabia del deseo frustrado. La angustia de entregarlo todo y no dar nunca abasto. A veces lo rescato de hundirse en arenas movedizas, otras, de ahogarse en enormes charcos, para acabar guiándolo a cada rato del brazo hasta su casa. «¿Será posible que siempre me encuentres?», me dice con asombro infantil. «Siento una mano en el hombro, me giro, y digo: pero si es otra vez el de la chaqueta negra». Y yo me callo porque temo no estar a la altura de semejante personaje, y mucho menos a esas horas. «Eres mi ángel de la guarda», termina diciendo mientras vuelvo a acomodarlo en la cama y tapo con la manta sus otrora lozanas y ahora desplumadas y temblorosas alas.
Genial Enrique! Me ha enamorado ese ángel otrora vigoroso y ahora, de alguna forma, caído. Enhorabuena!!
Abrazo!!
Espectacular. Siempre me sorprendes. Me ha gustado mucho, espero que este relato llegue a donde se merece. Un abrazo.
Muchas gracias, Juancho. He puesto mucho cariño retratando a ese ángel, aunque en realidad me he limitado a copiar del natural. Tu entusiasmo me ha llegado hondo. Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Bea. Respuestas como las vuestras son ya suficiente premio. Tu vitalidad y generosidad y tus letras tampoco dejan de sorprenderme a mí. Un fuerte abrazo.
Estamos condenados a vivir en una eterna ansiedad, en especial aquellas personas con muchas inquietudes, que nunca ven del todo satisfechas, que comprueban cómo pasan las horas, días, semanas y meses, sin posibilidad material de cumplir todos los objetivos que se marcan, siempre quedan cosas por hacer. Un día llega la decadencia física y no por ello mejora nada, sino que «el quiero y no llego» se convierte en «quiero y ya no puedo». Al menos, en medio de tanta frustración, que tengamos siempre un ángel de la guarda a nuestro lado, y que sepamos serlo para otros, como sucede en tu hermoso relato.
Un abrazo y suerte, Enrique
Cazador cazado o guardador guardado. Genial cambio de roles narrado con la habitual maestría de Mochón, don Enrique.
Enhorabuena.
Lo has expresado muy bien, Ángel. Hay gente además que se inquieta no solo por sus asuntos sino también por los de la gente que le importa, de manera que esa ansiedad puede verse multiplicada. Sería justo que esa actitud, como dices, llegado el momento de la decadencia física y mental, fuese recompensada precisamente por los que han sido objeto de sus cuidados. Muchas gracias por todo. Un abrazo.
Muchas gracias por todo, Rafa, incluido el don, muy útil para alguien que como yo anda escaso de ellos, jajajaja. Uno de los muchos tuyos es el de la capacidad de síntesis, y con tus cinco primeras palabras lo has demostrado perfectamente. Un abrazo, maestro.
Por suerte se ha ganado el cariño de su custodiado y ahora cuida de él. Un intercambio de papeles estupendo, Enrique. Una maravillosa sorpresa que termina por estallar y apasiona al leerla. Aplausos, suerte y abrazos.
Muchas gracias por todo, Rafael. No sólo has sido exacto al definir la intención de mi relato, sino que lo has hecho de forma literaria y bella. Vuestros comentarios me hacen sentir en deuda en una época en la que tengo poco tiempo para conectarme. Un abrazo.