75. Ángel diminuto
Presidía una gran corporación energética, una de esas multinacionales con gran influencia, un gigante de la macroeconomía. Y, como le pasa a todos los gigantes, veía a los humanos como hormiguitas, observaba sus vidas desde la lejanía, distante.
Aquella mañana en que nubes amenazantes daban a la ciudad una estampa de ocaso, y antes de comenzar una importante reunión del consejo de dirección para decidir una rebaja del precio de la energía, recibió un mensaje de Mari Luz, su mujer. Se iba definitivamente de casa y se llevaba a Candela, la hija en común, le dijo que ya no había calor en su relación, ni confianza; ya todo era lóbrego.
Al final de una tensa junta y tras la votación de los directivos el asunto quedó en empate, en aquel momento lo que él decidiera sería definitivo. No se lo pensó demasiado. “¡Que le den por culo a las empresas y a los ciudadanos, no nos vamos a joder nosotros!¡Se sube el precio del suministro!” gritó al mismo tiempo que la tormenta que caía afuera provocó un corte de electricidad en el edificio. En medio de tanta oscuridad, uno de los consejeros intentó calmarle:
– No se altere, Señor Ángel.
Quienes detentan el grifo de la energía son, en este momento y más que nunca, personas muy poderosas sobre la faz del planeta. Utilizar bien esa capacidad, sin caer en la tentación de utilizarla como arma arrojadiza, quizá sea demasiado pedir, de ahí que, a nuestros ojos, esas personas sean ángeles caídos, por no decir auténticos demonios.
Un relato bien condimentado de expresiones con doble sentido, con un mensaje muy actual.
Un abrazo y suerte, Marca, ¡campeón!
Comparto los comentarios de Ángel, el doble sentido aderezando la historia. Suerte y un abrazo.