05. Qué festín
¿Qué hay de cenar? Era la pregunta más coreada en mi casa por todos los hermanos. Aunque sabíamos la respuesta de antemano.
Sándwich de ‘según’, ya podéis venir a por el vuestro, era la contestación de mi madre.
Y nosotros, buenos hijos, uno a uno, desfilábamos por la cocina, como un pequeño ejército de almas famélicas, plato en mano, para recibir aquel manjar.
Juraría haber visto a mi madre cortando rebanadas de menos en alguna ocasión. Pero puede que el paso de los años juegue malas pasadas a mi anciana memoria. Aunque un recuerdo difuso me susurra que, de tanto en tanto, uno de los hermanos se quedaba con el plato vacío. El resto, como gesto de fraternidad, le colocaba trocitos de nuestra cena en su plato. Esa noche era un festín para el afortunado, que se iba más lleno a la cama.
La necesidad (y el hambre quizá sea la peor de todas), es menos si se lleva con alegría y desparpajo (ese sándwich de ‘según’ lo dice todo). No solo eso, la solidaridad fraterna hace que a quien menos le toca en el reparto sea quien más recibe por la generosidad del resto.
Un drama suavizado y superado por la fuerza de la unión y el cariño.
Un abrazo, Esperanza.
Suerte
¡Qué pellizco me acabas de dar en el estómago! O en el alma, tal vez. De repente, me han entrado ganas de ir a visitar a mis hermanos.
Mi otra versión sandwichera era un poco (bastante) más dramática. Pero las penas con pan son menos.
Gracias Ángel por estar siempre al tanto con tus comentarios.
Un abrazo
Lo del pellizco en el alma me ha llegado a la mía.
Gracias Edita!
Una escena cotidiana contada con naturalidad, que nos hace un poco niños, recordando «algunas estrategias», a la hora de llenar los platos.
Suerte, Esperanza
Besito virtual
Has tocado un tema que antes era, creo yo, mucho más frecuente que ahora (en la mayoría de las casas). Escucho hablar a muchos jóvenes ahora, actualmente, que se jactan de haber viajado por distintas partes del mundo y, por supuesto, si tienen la oportunidad que lo hagan, pero pienso en que antes, no hace tanto tiempo, eso era una utopía porque en nuestras casas todo el dinero hacía falta para el día a día, y así, con el esfuerzo de todos se conseguían ciertas prebendas destinadas todas a la mejora de nuestro futuro.
Un relato entrañable sobre todo por la hermandad y la sencillez con que lo has tratado.
Un abrazo y feliz noche Esperanza.