22. LA HORA DE LOS DIOSES (Mercedes Marín del Valle)
Aunque un reloj es solo un objeto inanimado, en no pocas ocasiones puede adquirir tintes de racionalidad y convertirse en un dictador y un villano. Un reloj tiene una parte luminosa y una potente parte oscura, es un pequeño diablo independiente capaz de invadir un territorio destinado a la cordura y la templanza cuando consigue mimetizar su tic tac con el de nuestro corazón.
Ni Gerberto ni Giovani. Ni Harwoot ni Breguet, los relojes ya existían dentro de nosotros antes de ser inventados. Mucho antes de que pisáramos este planeta desgastado y quejumbroso, ellos estaban presentes en cada uno de los seres vivos, habitantes de esta Tierra; en el vuelo de un ave y en el proceso de hibernación, en la explosión de color de una flor y en la seda de una araña, en la construcción de una madriguera y en cada impulso vital, porque todas nuestras acciones están sujetas al dictado de nuestros relojes internos, relojes que nos someten con un enigmático objetivo. Somos esclavos de nuestros ritmos, impuestos o elegidos, sin embargo, anhelamos creer que somos libres aún sabiendo que lo que más nos asusta es que sus manecillas se detengan para siempre.
“Somos esclavos de nuestros ritmos” Y tanto. Y también de nuestras arritmias. Y de nuestra falta de cuerda o batería. Siempre con el miedo de que nuestras “manecillas se detengan para siempre.”
Has hecho un verdadero estudio sobre la trascendencia de esos instrumentos medidores en nuestro devenir. Como bien has expuesto, nos acompañan de forma inexorable mientras dure también nuestro tiempo en este planeta, son algo tan unido a nosotros que creemos que no le prestamos atención, pero siempre están ahí, como los latidos del corazón. Nos esclavizan, pero también nos regulan y recuerdan que todo es fugaz.
Todo lo que emprendemos requiere un tiempo, es el precio a pagar, algo cuantificable, los relojes quizá nos revelan también, a su manera, si esa inversión ha merecido la pena.
Un abrazo y suerte, Mercedes
Encuentro mucha filosofía en tu relato, Mercedes. Nos hace reflexionar sobre el tiempo y el destino del ser humano.
Te deseo suerte
Besito virtual.
Querida Mercedes, así es: lo reconozcamos o no, el reloj lo inventó la madre naturaleza muchísimo antes que nosotros… Bendito reloj interno, que marca no sólo nuestros ritmos, también nuestras esperas, intuiciones y momentos temidos, sobre todo, al más temido de todos: nuestro propio final.
Me ha encantado el aura reflexiva y filosófica del micro, y especialmente los relojes internos de plantas y animales, que tan bellamente y bien describís… Así sucede con todo y con todos, sometidos caprichosamente a la hora de los dioses..
Siempre es un gusto leerte, amiga…😘😘😇😇
Grandes verdades universales son los ladrillos que conforman esta narración que es casi un microensayo o, tal vez, un poema.
He leído por ahí que, si no la muerte, si la desaparición de la conciencia que con ella sucede, tiene los días contados (aunque aún se cuentan por centenares de miles). ¿Venceremos también al paso inexorable del tiempo? El fundamento científico de los viajes al futuro se conoce desde la publicación por Einstein de sus trabajos sobre Relatividad. Pero no sucede así con los viajes al pasado. El gran Asimov decía que nunca jamás serán posibles y sostenía su argumento con una prueba empírica: si con el tiempo llegasen a ser posible, estaríamos invadidos por hordas de turistas procedentes del futuro.
Hola, Mercedes.
El reloj no es más que una máquina (ingeniosa, compleja y precisa, eso sí) inventada por los humanos, que tenemos obsesión por medirlo todo. Ciertamente, como das a entender en este relato, todo tiene sus ritmos y éstos no necesitan ser medidos en horas, minutos y segundos.
Las manecillas del reloj pueden pararse, pero a mí me gusta pensar que no hay un para siempre, porque la vida, como la esfera de un reloj es circular y no se puede determinar el principio o el final. Es una idea que trato de desarrollar en el único trabajo que he publicado hasta hoy: una novela corta que se llama «El círculo de los chorizos».
Un placer leerte y compartir contigo estas reflexiones. Un cálido saludo y suerte.
Hola a todos los que habéis dejado vuestro comentario. Pensaba escribiros a cada uno por separado y le pregunté a JAMS el porqué de que la página no funcione como antes porque las respuestas se van al final como si fueran comentarios (todos lo habréis visto). Edita, Ángel, María Jesús, Mariángeles, Barceló y Antonio. Me ha encantado lo que habéis comentado.
Ángel, como siempre te digo, eres una persona admirable que siempre apoya a todas las personas que escriben. Esa dedicación y esmero por tu parte tiene que servir para que, como un boomerang, todo el cariño se multiplique para ragalártelo.
Edita, tienes mucha razón cuando dices que también somos esclavos de nuestras arritmias, y, es que como somos seres absolutamente inconformistas, siempre estamos buscando aquello que creemos que nos falta y digo creemos porque a veces no miramos bien a nuestro alrededor.
María Jesús, lo mío de filosofía es como aquel refrán del diablo, que sabe más por viejo que por diablo, y no es que yo sea vieja, que no, que lo que tengo es juventud acumulada jajaja, pero algo se va aprendiendo gracias a Dios.
Mariángeles, como te dije en tu espacio, a nosotras nos une mucho más que la literatura, la vida, la bio, nos lleva a ver la naturaleza con mucha atención.
Antonio, decir que mi relato es casi un microensayo o poesía, me llena de orgullo y satisfacción (jajaja). Me has hecho sentirme orgullosa de esos pensamientos que bullen en mi mente y brotan para construir estos microrrelatos.
Francisco Javier, es muy bueno escribir algo y que personas como tú en este caso, se anime a dejar sus pensamientos dándonos otra óptica de según que sucesos. Eso enriquece
Barceló, qué te voy a decir. Tú también has dejado tu impronta y tus pensamientos al respecto. Te deseo una suerte infinita con tus letras, ya lo sabes.
A todos mi agradecimiento y mis deseos de felicidad. Abrazos de primavera.