36. Yo, soltero
El chaparrón cayó súbito, violento. Para resguardarme, entré en el primer comercio abierto, una tienda de antigüedades que recorrí sin mucho interés hasta descubrir un reloj de pie tan bello que quedé embobado contemplándolo.
—¿Te gusta? —preguntó una joven voz de vendedora.
—Me encanta
—Soy Francesca —se presentó la atractiva pelirroja—, amo este reloj y aunque lo tengo en exhibición, no sé si podré separarme de él.
Buena comerciante, pensé.
—Te interesa? —preguntó.
—No estaba en mis planes…
Pero ella descubrió en mis ojos que yo lo deseaba intensamente.
—-Quieres dejarme tus señas por si me decido a venderlo?
Unas semanas más tarde llamaron a mi puerta. Era la anticuaria. ¡Quería ver si mi casa era apropiada para alojar al reloj! La casona la deslumbró y preguntó si, de vendérmelo, podría venir alguna vez a verlo.
Acepté. Y Francesca volvió varias veces.
Ayer llegó toda sexy con una botella de vino. Sentados muy juntos en el sofá, bebimos y charlamos largamente. Me propuso varios cambios en la decoración, lo que encendió mis alarmas y cuando, más tarde, aseguró que sentía la necesidad de ver el reloj cada día, temblé. Hoy se lo mandé, no sin pena, envuelto para regalo.
El título lo dice todo, una verdadera declaración de principios.
Hay quien busca y no encuentra, pero también hay quien consigue sin moverse, sin pretenderlo y sin poner ningún medio, resultados que para sí quisieran muchos. Pero tu protagonista lo tiene claro: su libertad personal y su soledad voluntaria valen más que nada, más incluso que un hermoso reloj, por mucho que lo desee intensamente. Esa propuesta de cambios en la decoración confirmaron sus temores de ver coartadas sus alas.
Diálogo y texto para una historia interesante, la de un trío formado por dos personajes y un objeto, una lucha de intereses contrapuestos y una oportunidad de cambio que no cristaliza.
Un abrazo y suerte, Jorge
Hola Jorge,
Me parece que ese antiguo reloj, además de dar la hora, les sirve a los protagonistas para expresar lo que no son capaces de decirse con palabras. Bien contado. Un saludo.
Sencillamente, encantador. Por eso me ha encantado.
Gracias por tu comentario, Ángel. Es como tú dices, algunos lo tienen muy fácil y otros penan por conseguirlo, en esto y en otros órdenes de la vida. En cuanto a la soltería, vista de fuera no parece la mejor forma de vida, aunque debo reconocer que funciona estupendamente en la fantasia de un hombre casado.
Un abrazo.
Hola,Isabel. Este relato inicialmente tenía un título y un final completamente diferentes al publicado y en esa versión, yo narraba que los protagonistas permanecían en silencio bebiendo y mirando el reloj. Al parecer, a pesar de quitar esa frase, la idea del reloj como instrumento de comunicación quedó flotando en el relato.
Gracias por tu comentario.
Un cordial saludo.
Hola, Edita. Qué bueno que te hayas acercado nuevamente a comentar y con unas palabras que me han alegrado el día. Solo puedo decirte: Gracias y
Un beso.
«La libertad ante todo», parece ser el lema de este hombre, que valora su soltería por encima de cualquier cosa o persona, y ese reloj envuelto (y devuelto) para regalo lo muestra más que a las claras…
Un micro en verdad excelente; te felicito, Jorge.😇😇
Gracias por tu elogio y tus felicitaciones, Mariángeles. Me llenan de sana petulancia. Jaja.
La Libertad es un bien muy preciado para un hombre, especialmente en la treintena, por lo menos, lo fue para mí, pero yo no tuve la generosidad de mi personaje, por decirlo de alguna manera, yo decidí quedarme con el reloj. Y desde entonces estoy felizmente cazado. Upps, la ortografía.
Un cordial saludo.