27. El encuentro (Paloma Hidalgo)
A pesar de estar tan negra, a la abuela la veo mejor, sin el rollo de la artritis reumatoide está más ágil, puede subirse a cualquier cosa para oler el jazmín que trepa por la pared. El abuelo, lo mismo, además ahora está tan delgado que puede compartir pipas y palomitas conmigo, cuando hace bueno y mamá abre el balcón y acerca mi silla para que pueda tomar el aire. Nunca vienen solos a verme, se traen muchos amigos, poco a poco les voy conociendo. Hay una niña del colegio, creo, aunque a esa no he podido verla bien con la lupa aún, mamá me la confiscó hace poco, mientras estaba observándola, y desde entonces, tampoco abre las puertas del balcón. Hoy ha llamado al médico asustada, decía algo de unas secuelas, de unas vueltas de campana de un coche, de no sé qué accidente, que he empezado a mirar a las hormigas con lupa y que hablo con ellas. Me temo que me va a ser muy difícil organizar ese encuentro que papá, por cierto está guapo de negro y sin gafas, quería que preparara para pedirle perdón por lo del exceso de velocidad. Quizá, la próxima primavera.
El que ingenuidad rime con felicidad tal vez no sea solo una coincidencia (o casualidad). El mundo visto desde una mirada limpia, sin reproches, ausente de arduas ambiciones, al tiempo que se descubre, hace que todo se vuelva una pequeña aventura y que hasta los peores tragos y las preocupaciones que martirizan a los adultos no tengan espacio.
Este pequeño protagonista sufre las secuelas de un accidente de tráfico, que no solo le mantiene en una silla de ruedas, sino que también afecta a su visión. Lejos de reprochar a su padre la responsabilidad que pudo tener al ser el conductor del vehículo, nos describe un drama que para él no lo es, que nos pone en su piel mediante su particular visión.
Un abrazo y suerte, Paloma
Reencontrarme con tus comentarios es un honor como lo ha sido volver a publicar en este querido blog. Agradezco mucho estas palabras, siempre mimadas, analíticas y directas, y de parte de este niño, que está mucho afectado de lo que él cree por el accidente, te digo que me ha comentado que quiere ser mirmecólogo para estar más cerca de su familia, salvo si su madre, como amenaza, compra un insecticida y se carga a todas las hormigas, que en ese caso, elegirá en función del bicho en el que se reencarnen.
Los dos te mandamos un beso. Yo además, un abrazote.
La vida es una representación y este niño se ha vuelto un dramaturgo.
Muy buen texto, Paloma. Felicidades.