77. El delator (Salvador Esteve)
El ardor de la sangre, vuestra pasión por la piel ajena, es nuestro pasaporte para viajar, para reproducirnos. Pero nuestra sola presencia crea conflictos, resquebraja sentimientos, agrieta corazones o, tal vez, simplemente abrimos los ojos entumecidos por promesas de amor eterno. Juro que no es nuestro propósito, no tenemos culpa de ser el brazo ejecutor de la verdad. No es nuestra intención. A fin de cuentas no hemos pedido nacer «Pthirus pubis», comúnmente conocidas como ladillas.
Los gemidos de placer me despiertan, el follaje púbico se entrelaza: es el momento.
Serán diminutos y básicos, totalmente elementales, la mínima expresión, pero que conocen muy bien a los seres humanos, tanto como para expandirse de uno a otro en los momentos en los que tienen las defensas más bajas. En ellos se cumple esa máxima de «no hay enemigo pequeño».
Un relato con dosis de humor, que da protagonismo a unas criaturillas de las que nadie suele hablar ni desea, pero que, a su manera, son un ejemplo de supervivencia y pueden llegar a condicionar el día a día de quienes las sufren.
Un abrazo y suerte, Salvador
Hola, Salvador, has logrado con este micro de elaborado humor fino que estos bichejos defiendan tan bien su misión delatora de prácticas inadecuadas, ejerciendo de «brazo ejecutor de la verdad», que viéndolo así me parecen hasta respetables, jejeje. Además, me has hecho recordar un chiste que corre por ahí sobre una ladilla que le dice a otra: ¿Oye, no nos habíamos visto en otras partes?
Muy original tu propuesta. Un abrazo y suerte.
Ángel, Juana, muchas gracias por vuestros comentarios. Abrazos.