70. Amnesia
Arribamos sigilosos, taimados. Se abrían a nuestro paso cansado las puertas de par en par. Nos regalaban peroles para las viandas, guadañas para la siega. Y bien nos parecía. Los cuatro gatos que recelaban se ablandaron y departían luego dicharacheros. Poco luchaban y nos hicimos con el valle en un santiamén. Agrandamos las haciendas que aprendimos a quitarles de las manos, cada año les corríamos las lindes a nuestro favor. Y pasamos muchos años en aquella miel.
Un día de ocres en el paisaje llegaron desde allende aquellos otros. Vestidos de harapos, dejaban saludos con hierbabuena en las cancelas de nuestras casas. Nosotros respondíamos con piedras y mal de ojo.
Nos pedían un pedazo de tierra para pan y una de las mil fuentes para apagar su sed. Querían mitades o cuartos o lo que fuera porque teníamos hasta donde alcanzaba la vista, aun más allá del horizonte. Y ellos una mano delante, otra detrás. Pecho henchido, con la mirada altiva, los desterramos. Que todo era nuestro.
Qué mala memoria tenemos, y qué desagradecidos somos, realmente inhumanos, con perdón de los animales, que ellos tienen menos malicia y son también menos olvidadizos.
Buena, dura y realista historia, Mei.
Suerte, un abrazo y buen verano.
Me da tristeza…reconocer en tu relato la bajeza de las conquistas en las antiguas colonias, de las que aun se enseña a sentir orgullo, maquillando la historia.