03. In memoriam (fuera de concurso)
Añado a la lista no volver a burlarme de tu nariz. Este vestido tan ceñido me está matando, pero es perfecto. Busco las gafas negras. Ayer anoté lo de no disfrazar cebolla en la tortilla de patata, no resoplar cuando viene tu madre a comer, no planchar torcida la raya de tus pantalones, no escupir en tu café.
Lo de no hacer cortes en tus cuerdas mejor lo omito.
Aunque el sedán sería más adecuado para presentarme allí, cojo las llaves de tu todoterreno. Lo trajeron anteayer, cuando te declararon oficialmente desaparecido en la sierra. Siempre preferiste estar con tu amada montaña antes que conmigo ¿no?
Decías que mi originalidad resultaba ridícula. Quizá tuvieras razón, pero me regodeo imaginando la escena: tu familia circunspecta, apenada en su justa medida, sin una lágrima fuera de lugar, ni aspavientos innecesarios, ni muestras de dolor indecorosas. Alternando sus miradas de desconcierto a tu inapropiada foto en el Mulhacén con las de odio a mi indumentaria amarilla. Boquiabiertos, escuchándome enumerar las pequeñas satisfacciones con las que me rebelaba a tu despotismo y prometer, riendo, que si regresas me enmendaré.
Como si fueras a regresar. Como si alguien te esperara. Eso sí que sería ridículo.
El hombre muerto en accidente en la montaña se ha ganado a pulso el odio de su compañera, aunque hay que decir que ella no se ha privado de nada a la hora de tomar represalias. En una segunda lectura, siendo mal pensados, llegamos a comprender el significado del corte en las cuerdas, que en el caso de un montañero solo puede tener fatales consecuencias. Algo fallaba en esa relación, él debería haberse dedicado más a ella, y ella, tal vez, haber intentado integrarse un poco más en el mundo de él, pero las posturas intransigentes nunca traen buenas consecuencias, además, ya se sabe, quien siembra vientos recoge tempestades.
Un relato lleno de intensidad, con la amargura de una relación como fondo y un hecho dramático que planea sobre toda la trama.
Un abrazo y suerte, Eva
Soy consciente del desorden de datos intencionado y que tal vez haya que releerlo para dar todas las puntadas. No sé que me pasa , Ángel, que siemore termino matando a alguien… al menos con el teclado. Me lo haré mirar. Un abrazo y gracias por tu siempre amabe disposición a regalar tus certeras palabras a todos.
Una maravillosa voz en primera persona dirigida hacia el ser que ¿por fin? ha desaparecido entre las montañas. El escupitajo en el café es sublime y lo del todoterreno pura liberación. Lo de las cuerdas también lo omitiré mientras la poli siga indagando. Un falso príncipe azul menos: genial. Suerte y abrazos, Eva.