57. Algo había cambiado
Tras una larga ausencia, se sentó a tomar un café en el bar de la plaza del pueblo. Parecía que no hubiera pasado el tiempo: el camarero era el de siempre y la clientela, con más canas y algunas ausencias, la habitual, el sol comenzaba a alumbrar tímidamente la fachada rosa de la casa de enfrente, las farolas aún permanecían encendidas dando un ambiente cálido a la plaza, solo roto por el ruido de algún coche o el ladrido de un perro, y las palomas revoloteaban alrededor de la fuente.
Terminado el café, dejó unas monedas en la mesa, cruzó la plaza entre los naranjos y las cuatro palmeras que delimitaban la zona ajardinada, y se acercó a la esquina, al puestecillo en que de niño compraba chucherías y, pasados los años, el único cigarrillo que la salud y su familia le permitían, y que se fumaba con el anciano quiosquero, mientras mantenía una intrascendente conversación sobre fútbol o el tiempo.
Al llegar a la esquina y ver el quiosco cerrado, notó el profundo silencio de la ausencia, y su desazón se convirtió en añoranza.
Una historia que comienza con una frase que, muchas veces, quisiéramos que fuera cierta: «Parecía que no hubiera pasado el tiempo», en especial cuando se trata de momentos en los que hemos sido dichosos. Pero de nada sirve engañarse, todo está en continuo movimiento y transformación, comenzando por nosotros mismos. Las últimas dos líneas desmoronan toda la ilusión de un retorno al pasado que parecía perfecto. La evidencia de la muerte, que has dejado entrever con elegancia, nos recuerda que solo estamos de paso, que todo se termina, que siempre hay algo que ha cambiado.
Un abrazo y suerte, Ezequiel
La edad nos va dejando un inmenso archivo de vivencias y continuos momentos para aprovecharlas u olvidarlas, pero algunos recuerdos son auténticos gatillos, unos resortes capaces de traer el pasado al presente y acercarnos al futuro.
En mi novela «Villa Amadora» Crispín asegura que:《la vida empieza en el futuro, que es lo que buscamos; continúa en el presente, que es donde habitamos; y termina en el pasado, que es nuestra añoranza》.