73. La espera
Vuelvo a casa. Las coloridas bolsas, que celosas compiten con el brillo de la ciudad, esperan atrás en mi coche. Nieva. La gente embutida en abrigos y bufandas marcan sus pasos sobre el blanco asfalto.
Ya imagino mi calle, atesorando travesuras. La esquina, cómplice de mi primer beso. La cabaña del gran abeto y sus mil secretos. Mi casa. El calor de la gloria. Los vivos ojos de mi madre y sus manos inventando sabores. Mi padre con la cachava en una mano y un chato de tinto en la otra esperando inquieto a que todo el mundo se siente a la mesa. La calidez de su abrazo.
Y las manos de mi madre agarrando su pecho y una mancha de vino tinto en el suelo y una mesa vacía donde el muérdago se lacia y un timbre que no sonará a la puerta y mi coche desfigurado y una llamada de teléfono.