23. Huéspedes
A veces me los encuentro por casa, casi siempre sin avisar. Se cuelan por cualquier abertura, quizá porque están hechos de esa materia peculiar que conforma las emanaciones. Pueden salir de una taza de café o del humo de un cigarrillo, incluso de la ropa que duerme en un cajón de la cómoda. Me los tropiezo por el desván, por más que intente organizar las cajas, los enseres o aplicar el método Kondo de limpieza y depuración. Lo peor, con todo, sucede cuando los descubro camuflados en mi propia piel, contagiándome su forma de vestirse, de hacer cualquier tarea o alterando el tono de mi voz. A veces no me miro al espejo para no adivinarlos en mis ojos, en el ángulo aflojado de mi rostro, la caída de mis cejas o el rictus de mis labios al despertar. Algunos días, los mejores, brindamos por los buenos tiempos, celebramos habernos conocido y perdonamos las ausencias recetándonos el bálsamo de la comprensión. Lo peor viene algunas noches, cuando se quejan de todos sus dolores imaginarios y arrastran sus cadenas por los pasillos, convencidos de estar aún en el infierno de los vivos, cual prisioneros de otra realidad.
El infierno de los vivos… Me encanta.
Esos fantasmas que se cuelan hasta en la mirada, la huella de nuestros antepasados, nunca nos abandona.
Buen relato. Suerte con él.
Un abrazo.
Siempre se ha identificado a los fantasmas con almas en pena, entes inquietos a quienes lo de «descanse en paz» no puede ser aplicado. Sin embargo, los de tu relato, no es que no acepten su situación, sino que parecen mucho más pesarosos de sus recuerdos y reminiscencias de cuando estaban vivos. Esta vida a la que nos aferramos con tanta fuerza, porque es lo único que conocemos, puede que sea, como bien apuntas, un infierno.
Unos antepasados muy originales, que nos dicen mucho sobre nuestro presente.
Un abrazo y suerte, Manoli
Muchas gracias, Yolanda.
No conocemos más que este plano y todo lo llevamos a él, nuestra perspectiva está condicionada y a veces atribuimos cualidades idílicas a una realidad que no lo es. Quizá sea útil plantearse de vez en cuando quién está de qué lado y qué es eso tan extraño que llamamos realidad.
Gracias por leer y comentar. Un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras, Ángel.
Mi texto solo intenta invitar a la reflexión. El concepto de penar es relativo, y, en cualquier caso, todo sucede pasado por nuestro tamiz. Quizá seamos nosotros quienes arrastremos vidas o los llevemos a ellos en nuestro penar. Brindemos por los momentos buenos que es lo que debe prevalecer.
Un abrazo grande.