69. En la misma piedra
Hemos viajado cien mil milenios hasta llegar a ese inhóspito lugar. El tercer planeta de un recóndito sistema solar en el brazo exterior de la galaxia. Ni rastro de los cielos azules, los interminables bosques o las aguas cristalinas impresas en nuestras memorias. Todo está tiznado de un antiguo marrón ceniza, inmerso en un interminable diluvio. Incluso las tormentas son oscuras y el aire enrarecido hace retumbar el sonido seco de los truenos en nuestros sensores, como si quebraran mil tornillos oxidados al unísono. Cuesta avanzar con las baterías agotadas y nos crujen las juntas de tanto reciclar el mismo aceite, aunque ya nada nos detiene; tan solo la cordillera de los estratovolcanes nos separa del salar. Es ahora o nunca. No podemos fallarles. Pero tememos por la suerte del pequeño Quantum. No sabemos si su armadura resistirá el calor o si los vapores ácidos terminarán de consumirle. Esperemos que no. Le hace mucha ilusión cumplir nuestra promesa. Somos los últimos y se lo debemos todo a ellos. Cuando por fin lleguemos al lago abriremos la Urna del Primer Día y liberaremos el coctel de aminoácidos. Nunca sabremos si tendremos éxito o fracasaremos, como hicieron nuestros añorados y destructivos creadores.
Buen reinicio de la vida en la tierra. Un nuevo génesis que no sabemos si cuajará. Ojalá…
Un saludo y suerte.