02. Las voces – Calamanda Nevado-
No había perdido la curiosidad tras recibir el segundo telegrama. Antes de coger el avión, escondí las joyas en unas botas, entre ropa interior y otras prendas. Una vez allí, me convencieron para que abandonara mi soledad. Caminé al lado del fuego y a través del humo. La humareda se arremolinó cuando añadieron más maleza seca. Agitaban la paja frente a mí y me impregné desde la cabeza a los pies. Así podía quedarme, había quedado limpia.
Cómo describir lo ocurrido aquel día. No eran imaginaciones mías los cortes en las plantas y a los lados de los dedos. Con estos parientes, que no sabía que existieran, iba a aprender cosas nuevas sobre el modo de vida de mis ancestros y esta última rama de la familia. Estaba agradecida. Aquella gente parecía muy experta, no llevaban provisiones, ni dependían de ninguna cosecha, y sabían buscar agua dónde no había sin contaminar la zona.
Me lo tomé como algo divertido, para entretenerme, hasta que brotó agua arenosa y oscura. Allí los pájaros bebían, salpicaban y excretaban a sus anchas. Me prepararon hierbas medicinales, pero tras semanas aún no estoy lista. Deseo regresar a casa y no sé cómo hacer.
El viaje de tu protagonista lo es también hacia su propia esencia, es casi iniciático. Hay que conocer de dónde venimos si queremos saber a dónde vamos. Otra cosa es quedarse atrapada en el proceso. En todo caso, una experiencia imprescindible.
Un abrazo y suerte, Calamanda
Gracias Angel. Una experiencia, si, llena de valentia y afán de superación. Un paso no siempre fácil de dar.
Abrazos.