64-La riada ( Paz Monserrat Revillo)
Cuando Don Ricardo preñó a la hija de la Engracia, la familia se mudó a una ciudad del sur.
Al año regresaron. Engracia acunaba a una niña de tres meses envuelta en un chal. Su hija llevaba la vergüenza prendida en la mirada y una venda prieta alrededor de sus pechos. Oculta a la visión de la gente, la leche blanca y esperanzada se iba transformando en un suero sucio y amarillo. Desde entonces algo fétido y doloroso rezumó bajo la superficie de las cosas sin derramarse del todo.
El silencio se instaló en aquella casa, y colmó todos los resquicios de su realidad. La pequeña compartió apellidos y juguetes con su verdadera madre, convertida ahora en su hermana. La estrategia era impecable si la abuela cumplía resignada su papel de madre añosa. La confusión funcionó. Nadie habló.
Pero sesenta años después Don Ricardo, en su lecho de muerte, reconoce a esa hija. La herencia inesperada retuerce el árbol genealógico hasta convertirlo en un olivo milenario. El silencio escapa de su guarida y cede todo el espacio al grito, a la murmuración y a todas esas palabras astilladas que ahora circulan como troncos liberados de una presa tras la riada.
Qué buenas esas palabras astilladas, Paz. Ese silencio que es vergüenza: a veces son otros los que deberían avergonzarse.
Buena suerte y Feliz Año.
Abrazos
No importa lo que algunos se empeñen en sepultar la verdad con antinaturales silencios, antes o después las cosas salen a la luz. La apariencia es un disfraz que vuela a la menor racha de viento. A la postre Don Ricardo hizo lo que debía, más vale tarde que nunca.
El retrato de la sociedad rígida e hipócrita de nuestro pasado reciente, creíble y bien contado. Un abrazo, Anna
Perdón: Paz. Se ve que las horas previas al fin de año no son propicias para la actividad intelectual. Ya aprlvecho: Feliz 2023, Paz. Y a ti también, Anna, si lees esto.
No pasa nada, Angel, somos casi vecinas y totalmente intercambiables para las felicitaciones. Feliz 2023 para ti y para todos los entecianos!
Muchas gracias, Anna! Sí, la vergúenza es una emoción muy puñetera, a veces no la tiene quien debiera. Feliz año y un abrazo!