67. Fuenteovejuna
Ataviados con botas de agua, cestas de mimbre y navajas se agolpan tras la línea de salida. No faltan codazos ni empujones. Se oyen las chanzas de los héroes de años pasados, las maldiciones de los siempre envidiosos. El alcalde corta la cinta, el alguacil toca la bocina. Salen disparados, como si su honor dependiese de ello. Gritos y jaleos azuzan la carrera: los jóvenes alardean de agilidad, los ancianos de experiencia; los flacos se burlan de los gordos.
Cuando llegan al pinar se dispersan entre árboles y zarzas sin apartar la vista del suelo embarrado. Escudriñan cada centímetro. Los mayores son los primeros en comprender. Ningún animal podría desollar así la tierra. Sólo han dejado hongos inservibles, raíces levantadas, matorrales arrasados. El pueblo se une en una atmósfera de rabia. Organizan batidas para cazar a la bestia. Cae la noche cuando los jóvenes la encuentran.
No se equivocaban los viejos: botellas, latas, plásticos y colillas revelan el campamento clandestino de sucios forasteros. Cuentan diez hombres, dos furgonetas y toneladas de setas, «sus setas». Escuchan risotadas y el choque de vasos al brindar. Defienden su tierra y su alimento, como les han inculcado sus mayores.
Acabamos con todo. Las escapadas rurales y micológicas están bien, pero siempre con respeto al patrimonio común y natural. No saben esos advenedizos urbanitas y letales que no hay fuerza mayor que la de un pueblo unido.
Un drama de contrasfondo ecológico y desenlace sin miramientos.
Un abrazo, suerte y feliz 2023, Elena.
Gracias Ángel!!! Es tan cierto, arrasamos con todo sí. Otro abrazo para tí, suerte toda y muy feliz 2023 para ti y los tuyos. Y que sigamos leyéndonos por muchos años más.