40. Cuerpo a cuerpo (Javier Igarreta)
Sin miedo a ser sorprendidos en flagrante redundancia, hacían el amor al amor de la lumbre. Su reverdecida pasión formaba un tándem perfecto con la reseca leña de encina. Las llamas devoraban la madera, cual hambrienta carcoma ígnea. Mientras las líneas de fuego dibujaban filigranas en ardiente clímax, un inoportuno desequilibrio en la fogata provocó el descabalgamiento de un tronco que, reducido a pura brasa, impactó en la base metálica del fogón. El ruido, casi estruendo en el silencio de la noche, tuvo la virtud de enmascarar la exagerada expresividad de los amantes. El abuelo, que dormía a pierna suelta despertó sobresaltado, a punto de conquistar el Gurugú. Irrumpiendo en la cocina, con calzoncillos largos y un gorro frigio, les arengó con ínfulas de mariscal de campo, calificando de arriesgadas sus fogosas maniobras. Obligados a un alto el fuego, optaron por una prudente retirada. Antes de que el abuelo se explayara contando su larga trayectoria bélica, hallaron en el desván una trinchera segura donde continuar su particular guerra de guerrillas. Un viejo catre y dos pesadas mantas palentinas fueron suficiente bagaje. Una vez ganada la posición dieron rienda suelta a su estrategia.
Ojalá el lenguaje bélico tuviese siempre un uso jistificado y pacífico como éste.
Una batalla conjunta por buscar un espacio para compartir. Un abuelo entrañable, aunque inoportuno, que bien podría hacer buenas migas con el mítico abuelo Cebolleta de Vázquez.
Un relato tan divertido como bien narrado, con estilo, elegancia y respeto.
Un abrazo y suerte, Javier.
Muchas gracias, Ángel,por tu elogioso comentario. Teniendo en cuenta el panorama que nos rodea, un poco de humor nunca está de más. Ojalá sirviera para quitar hierro al polvorín, aunque me da que no. Gracias, de nuevo. Un fuerte abrazo.
Parece que no se dieron por vencidos y encontraron su lugar. Suerte
Sí, un premio a su denodado tesón. Muchas gracias por comentar. Un abrazo.