Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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51. Estragos

Tras media vida preso por defender la paz en un país contaminado de guerras, Manuel regresa donde dejó su corazón. Le ha costado reconocer el pueblo. Ya no es aquel lugar de las dos de la tarde bañado por una luz llena de colores, envuelto en aroma a canela y miel. Ahora huele a tierra mojada, a sumidero de sueños. El gris plomizo pinta de lamentos las fachadas y los relojes marcan la medianoche. Apenas hay gente. La poca que se cruza va deprisa, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, como escapando de una tormenta. Cuando llega a la casa de María, golpea la aldaba con suavidad y le abre su madre. Ha envejecido lo menos cien años. Sus ojos lo observan extrañados primero, sorprendidos luego. Lo acompaña al cuarto en el que María, sentada en una hamaca, lo lleva esperando una eternidad. Está deshilachando lo que parece un traje de novia. Manuel la llama por su nombre. Al escuchar la voz, levanta su cabeza y le derrama una mirada fría, ausente. Después, sigue con su labor. Manuel entonces queda atrapado en un pozo de angustia, confuso, sin saber que ha llegado después que el olvido.

6 Responses

      1. María José Escudero

        Me gustaría dejar un comentario tan acertado como los dejados por Manuel y Ángel.No es fácil, pero no quería pasar por aquí sin decirte que estoy conmovida. Es tan triste como bello tu texto y tiene un final impresionante. Gracias, Pablo

        1. Pablo Núñez

          María José, ya me gustaría a mí estar a la altura de los comentarios que me dejáis. Conmovido estoy yo después de leerte. Supone mucho para mí que te pases por aquí para dejarme estas palabras tan cariñosas. Es un verdadero placer que te haya gustado la historia de Manuel y María.
          Un besazo. Y mil gracias.

  1. Ángel Saiz Mora

    A veces no queda más remedio que aplazar las ilusiones que nos mueven, las circunstancias obligan. El problema de los retornos es que nada es como antes, ni nadie; el tiempo unido a las peores circunstancias hace estragos para los que ya no hay vuelta atrás. Existen obstáculos insalvables y la guerra es el peor de todos, aunque por encima está la muerte, al mismo nivel que el olvido, de tal forma se parecen.
    Dicen que nunca es tarde, pero no es cierto. Hay trenes que solo pasan una vez, luego ya solo hay desolación, ni siquiera la sombra de lo que podría haber sido.
    Un relato que deja un nudo en la garganta, con las consecuencias atroces de las guerras como telón de fondo, incluso cuando se regresa; la crónica de un fracaso colectivo e individual sin componenda, que deja secuelas profundas.
    Un abrazo, Pablo. Suerte

    1. Pablo Núñez

      Amigo Ángel, somos muy afortunados de tenerte. Creo que has explicado el trasfondo del relato de una forma sublime, y eso se debe al cariño que pones en cada lectura y al regalarnos tu comentario. Me quedo sin palabras. Ya las pones tú y muy bien puestas.
      Gracias por pasarte por aquí una vez más. Un fuerte abrazo.

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