58. Amor loco
Dicen que mi locura es la del niño, la del hombre que mira las cosas con la inocencia primera. Lo muestra mi boca, propensa siempre a babear de contento, y lo cuentan mis gestos desmedidos, como de párvulo en el recreo. Nono dice que mis padres me encerraron aquí por eso, porque se me nota mucho que no estoy bien. Para Clara, en cambio, el motivo está en mis ojos, inquisidores a su modo, por su mirar impávido y escrutador. A mí me hace gracia eso de impávido, y me río hasta caerme del asiento cada vez que lo dice. Aunque eso ocurría antes, cuando ella podía hablar.
No pienso en otra cosa mientras oigo los gritos y ladridos de mis perseguidores. Dejo caer un blíster vacío al voltear la colina y sigo corriendo. Tomo aliento al iniciar el descenso. Rebusco en mis bolsillos y suelto un botón dorado. Aún me quedan varias tizas de colores y una concha de nácar; suficiente para alargar el juego un poco más, para llegar hasta la vieja higuera y recibirlos a pedradas bajo su sombra.
Quizá mañana, cuando a mí también me hayan trepanado la sien, Clara pueda mirarme de frente sin avergonzarse.
ME HA ENCANTADO
Muchas gracias por tus palabras, Cristina. Me alegra lo que me dices. Saludos.
Cada cual mira el mundo a su manera y hay tantas como personas. Tener la mente alterada según las convenciones sociales no implica no ser capaz de enamorarse y no darse cuenta de las cosas. A través del razonamiento de tu protagonista vemos que las formas de este sanatorio no parecen las más correctas, con persecución salvaje y castigo radical posterior. Algún crédito deberìamos de darle, aunque no sea más que por aquello de que «los niños y los locos siempre dicen la verdad». En cialquier caso, que su relación con Clara prospere, que eso no se lo quite nadie, aunque parezca una locura más de un cerebro que todo lo percibe de forma diferente.
Suerte con este relato lleno de originalidad.
Un placer leerte siempre, Enrique.
Un abrazo grande
Necesitaba algunas licencias para escribir este relato. Una de ellas era que el personaje tuviera la suficiente lucidez como para contar las cosas con su propia voz y, además, del modo con que lo hace. Otra, que los responsables del manicomio fuesen desproporcionados en los castigos. El resultado soy incapaz de valorarlo, sobre todo porque me ha costado sacarlo adelante y ya sabes lo que eso supone, que lo lees tantas veces y le haces tantos cambios que te hartas de él. Bueno, eso es lo que me pasa a mí. Me alegra que te haya gustado leerlo y agradezco tus buenos deseos hacia los personajes. A mí, como siempre, me ha encantado que te pases. Muchas gracias, amigo Ángel, y un fuerte abrazo.
Hola Mochón (permíteme la licencia de llamarte por tu precioso apellido), no me extraña nada que te haya costado trabajo darle el alta a este maravilloso microrrelato que nos habla de unas vidas enteras y de un sólo día de esas vidas a la vez. A mí, como a ti, la mayoría de las veces, me resulta difícil dar por acabado un micro que leo y releo para modificar cien cosas, palabras repetidas o rimbombantes, frases desordenadas, escribirlo en primera o tercera persona, me cuesta más el diálogo, y por último el título (puedes acertar o no decir nada con él).
Por otra parte me ha recordado a la preciosa canción de Víctor Manuel «Sólo pienso en ti»
Te felicito porque ha sido un placer leerte.
Nos leemos
Muchas gracias por todo, Isabel Cristina, incluido ese poco acostumbrado piropo hacia mi apellido. Me gusta mucho el análisis que haces del relato y me veo muy identificado en esos problemas que señalas, a menudo inesperados, que encuentra uno al dar forma a las historias y que dificulta tanto darlas por acabadas. A mí también me cuesta mucho hacer diálogos, aunque creo que en eso coincidimos casi todos, y algo parecido me pasa con lo de los títulos. Seguiría hablando del tema pero no quiero hacerme pesado. Solamente decirte, para acabar, que La sombra del Sólo pienso en ti estuvo en mi cabeza mientras escribía este relato, inevitablemente. Muchas gracias de nuevo por tu generoso e interesante comentario. Nos leemos. Saludos.
Hay que estar rematadamente loco, de amor, para hacer lo que hace tu protagonista. Primero se escapa… ¡y va dejando señuelos para que le encuentren! y así poder recibir un castigo igual al recibido por su amada… si esto no es amor!!!
Me ha encantado tu microrrelato, Enrique, por su originalidad, por esa mezcla de dulzura y crueldad que le imprimes a la historia.
Un placer, siempre, leerte, maestro.
Un abrazo grande.
Muchas gracias, Rosy. Quería transmitir esa idea de un amor grande y puro y me alegra que tú lo hayas visto así, y más que te haya gustado el relato. El modo en que lo dices me motiva mucho, aunque es evidente que precisamente tú no tienes nada que aprender de mí.
El placer es mío por que sigamos en contacto y leyéndonos. Un fuerte abrazo.
Buena apuesta Enrique, en ese ambiente truculento de los manicomios has sacado un relato cruel por lo que sufren y tierno para su parte de mente repleta de sentimientos, que un loco, no sólo es un loco, sino otras muchas cosas. Y el final, deja claro de que puede ir su vida a partir de su captura y te da un respingo el corazón. Bravo, suerte.
Muchas gracias, Manuel.
No creas que me hacía mucha gracia situar la historia en un manicomio, pero la primera idea que me vino fue esta, ciñéndome literalmente al tema, y la verdad es que me ha salido bastante truculenta. Me alegra que te haya gustado, y me gusta lo que dices de que un loco es muchas más cosas que eso. Es algo que a menudo los prejuicios nos impiden ver. Un fuerte abrazo.
jope (por decir algo)
Te ha salido durísimo el micro, nos has dejado sin aire y tú… tan contento, claro.
Felicidades
Sí que me ha salido un poco truculento, y no creas que me gusta a mí eso. Muchas gracias por todo, Luisa. Un abrazo.