77. Fulguración
El amor nos llegó tarde y mal. Quizá, de habernos llegado a tiempo, hubiera sido atemperado, digno de admiración. Pero nuestro amor no pudo ser así.
Sufríamos una febril atracción mutua desde que nos presentaron en su fiesta de compromiso con mi hermano. Intercambiamos largas miradas, besos caídos, roce de antebrazos. Luego, años de encuentros furtivos en una cocina, de fingir el azar en una cafetería. Encuentros llenos de deseo y autocontrol, solo por mirarnos sin testigos, por admirar nuestro fuego.
Cuando mi hermano murió, hubo un tiempo de respeto. Hasta que una furia incontrolable nos arrasó.
Ocurrió unos años después, durante el funeral de nuestro amigo David. La muerte siempre regala enseñanzas a los que continuamos la partida. Nos empuja, como diciendo: «Eh, gilipollas, espabila. Se acaba el tiempo».
Ese mensaje cristalizó en la sacristía, bajo una enorme mesa de caoba. Y ya no pudimos parar. Nos amamos en el coche patrulla, en el calabozo de la comisaría, en nuestros dormitorios, en el juzgado. Y nos amamos sabiendo que alguien moriría…
Y murió el amor. Se agotó como la luz de una bengala.
Ahora a veces quedamos, un rato. Solo por mirarnos como se mira cuando no hay testigos.
A menudo se desea lo que no se tiene, y no puede tenerse porque existen condicionantes que imponen una dirección prohibida.
Si las circunstancias cambian y lo anhelado entra en el terreno de lo posible, puede que la realidad se encargue de apagar fuegos, aunque siempre quedará algún rescoldo.
Todo tiene su tiempo, cuando las cosas llegan «tarde y mal» no pueden ser lo mismo.
La historia de una pasión a través del tiempo y los obstáculos, la evidencia de que cualquier fuego, como cualquier cosa, tiene un principio y un final; por mucha energía que en un momento genere o se le ponga, todo brillo termina por apagarse.
Un abrazo y suerte, Salva
Así es, querido amigo y maestro Ángel, a veces la imposibilidad lleva a la desesperación yla desesperación a la vivencia desaforada… Un fuego tan intenso que es capaz de calcinarlo todo y extinguirse solo.
Gracias, como siempre, por leerme y comentarme con tu atención y generosidad habituales. Abrazo fuerte
Pues cristalizó en la sacristía ya había pecado y antes o después llegaría el castigo, pero y la pasión, Ay la pasión. Bonito Salva, suerte