73. Colada semanal (Patricia Collazo)
Los domingos por la noche, cuando los nietos que nunca ha conocido se han marchado, Rosario cuelga sus ropitas en el tendedero sobre el patio de luces. Renueva las prendas considerando las estaciones y el teórico crecimiento de las criaturas: equipaciones deportivas para el niño y vestiditos pastel para la niña.
Los viernes despliega los uniformes de toda la semana, esos que su marido trajo de la fábrica por última vez hace una década. Procura ensuciarlos con grasa del horno antes de lavarlos para evidenciar su cruzada contra manchas rebeldes.
Los miércoles, las batas de laboratorio del hijo que se marchó a trabajar a Alemania seis años atrás. De tanto lavarlas, más que blancas están casi transparentes. Como esa capa de polvo que cada jueves limpia de los muebles. Como los remolinos de pelo que su Toby abandonó definitivamente sobre el sofá, antes de decidirse a morir.
Los sábados no tiende, solo se hace la encontradiza con la vecina. Mientras la otra cuelga las prendas de un batallón, Rosario recoge los monos azules. Siempre comentan cuanto aborrecen hacer la colada y bromean acerca de quién será la primera en quedarse por fin sola y poder descansar como una verdadera diosa.
Hay hábitos que es difícil quitarse, incluso después de muchos años de desearlo y cuando las circunstancias favorecen el hecho, pero tras tanto tiempo haciendo lo mismo llega un momento que no se sabe, ni se quiere, hacer otra cosa diferente
Un relato sobre la compleja psicología humana y una soledad quizá no deseada.
Un abrazo y suerte, Patricia
Qué bueno Patricia y qué bien pintado ese escnario para la soledad de aquellos a los que los han dejado solas en el nido. Me encantó, suerte.
Una historia de soledad contada con la maestría inigualable de la Collazo.
Al libro.
Abrazos.