74. Dejémoslo así
“El tratado”. Así rezaba la primera página a la espera del resultado al que llegara.
Una idea sugería la siguiente, y esa a la consecuente en un continuo tan amplio como su mente era capaz de recorrer. Mientras avanzaba, Gemma podría haberse convertido en el bicho del praguense sin que él se percatara de nada.
Ella acabó por irse a vivir con Julián, pero seguía llevándole comidas y bebidas que le dejaba distribuidas por la casa para que instintivamente sobreviviera.
Tras dos mil seiscientas cuatro páginas, llegó a la conclusión que creyó era la más ampliamente desarrollada jamás.
Comenzó a buscarla para contarle su logro, pero no la encontró. Mientras la esperaba, suponiendo que no tardaría, decidió no perder el tiempo y comenzar con la primera corrección del texto, aunque previamente quiso ponerle el título: Vasta demostración del error de la soledad humana.
Mientras iba corrigiendo, con bolígrafo rojo, pudiéramos pensar que ese buen número de cucarachas voladoras lo observaban como a un congénere extraviado; pero eso no sería más que un final metafórico que necesitaría su propio razonamiento y corolario.
Un hombre absorbido por la necesidad de contar mediante la palabra escrita. Tan ensimismado está que no se da cuenta de la falta de atención que adolece respecto a su mujer, que acaba por abandonarlo. Es capaz de crear mundos y personajes, pero al precio de quedarse solo.
Un relato que enseña que cultivar una pasión es algo positivo, pero sin desatender el resto.
Un abrazo y suerte, Javier.
Qué bueno Javier, me gustó mucho, esa soledad rodeada de cucarachas finales y la obsesión de este tipo que le ha llevado a cometer, probablemente, el error de su vida. Suerte
Muy bueno Javier, qué bien explicada la obsesión de ese hombre por escribir; se olvida absolutamente
de todo y sin perder ni un minuto, encontró el mejor título para su texto, según él, mientras esperaba a Gemma.
Nos leemos.