76. COMPULSIONES
Su mayor anhelo era la asepsia absoluta. La pandemia le dio la excusa perfecta para camuflar su obsesión: gel hidroalcohólico por todos sitios, distancia de seguridad estricta en el trabajo y ni una visita a sus padres durante meses, además sin reproches molestos. Rehuía cualquier contacto espontáneo con su mujer bajo el pretexto del contagio. Había diseñado un protocolo de desinfección tan exhaustivo que cuando lo completaban a ella ya se le habían pasado las ganas y acababan durmiéndose sin ni tan siquiera rozarse.
Recibió espantado la noticia del embarazo: la certeza de que ese niño no era suyo fue superada por el terror a unas manitas tocándolo todo y que luego se le acercaban portando el Maligno.
Cuando ella ingresó por consejo de su ginecólogo, él se ausentó del hospital durante seis días con sus noches argumentado prepararlo todo para el bebé. Al regresar a casa lo encontraron inmerso en un zafarrancho de limpieza creativa, blandiendo el spray de lejía con la amenaza de expulsarlos de su paraíso impoluto si infringían sus mandamientos. Nunca había estado de acuerdo con esa frase estúpida de su antecesor: «No es bueno que el hombre esté solo».
Todos tenemos obsesiones, ideas fijas que llevamos al extremo, pero algunas personas se dejan llevar totalmente por ellas, hasta el punto de que llenan toda su existencia y excluyen otras realidades, consideradas intromisiones.
Un relato sobre los mundos cerrados en los que puede acabar encerrada una persona si no permite que su mente se abra.
Un abrazo y suerte, Asun.
Pues bien decrita esa imagen de tipo enloquecido que los hubo pero este se gana la manga que ni a su hija recibe, se le fue la perinola. Bravo Asun suerte