08 Nuestra causa amarilla
Nuestro uniforme es amarillo; el de ellos, sin embargo, es de un amarillo distinto. De ahí el conflicto. Y el uniforme del hombre que apareció entre nuestra línea y la enemiga, era de otro tono de amarillo. En cuanto lo divisamos, se generó el caos. Buscamos respuesta en los posos del café (que determinaron que se avecinaba una borrasca) y cuando consultamos qué hacer con el centro de mando, nos conminaron a mantener la moral alta. También auguraron un rápido final para la guerra.
A veces, por pura diversión, el otro bando disparaba al desconocido y entonces él huía hacia nosotros. Luego nosotros hacíamos lo mismo. Aquello no resolvía el misterio y el hombre de amarillo —su amarillo— mostraba síntomas de fatiga. Nuestro traductor (que en realidad es un muchacho con buen oído) aseguraba que el hombre decía venir en son de paz. Quería «dialogar». Para estos casos una bandera blanca nunca está de más. La que el hombre agitaba sin cesar podría haber sido blanca de no estar manchada de tierra. Finalmente conseguimos desenmascararlo cuando su uniforme se tiñó de rojo, aunque nos quedó la duda de si lo habría enviado un tercer bando para hacernos malgastar munición.
En una guerra, ante la duda, o incluso sin ella, se dispara primero y se pregunta después. No sabemos que propuesta tenía previsto presentar este hombre con un tono distinto en su indumentaria, pero no le dieron oportunidad, ni unos ni otros, hubiera sido molestarse demasiado. Para que una pelea termine hay que estar dispuesto a dialogar y a ceder, pero eso no es algo que suceda tan fácilmente, no tenemos más que verlo en los informativos.
Un relato sobre colores, banderas y uniformes, sobre e absurdo de la guerra, que revela que, al final, la sangre siempre es roja, venga de donde venga; en eso, como en tantas cosas, somos todos iguales.
Un saludo y suerte, Elena
Elena me ha encantado este frente absurdo de guerra sn sentido donde cada uno hace o deshace según su propia iniciativa. Lo de la bandera llena de tierra me ha encantado. Buen relato, suerte.