47. Camino a la gloria (Elena Bethencourt)
A mí nadie me pregunta, por eso yo no quiero hablar. El abuelo va penando desde que murió, dice mi madre, lo mismo aparece en la cantina que en el burdel. No encuentra el camino para salir del mundo de los vivos.
No hay quien duerma en esta casa, de madrugada se pone a subir y bajar escaleras o a jugar a la petanca en el salón o a vaciar la despensa. Por fastidiar, dice la abuela.
A mí nadie me pregunta, por eso yo no quiero hablar. Pidieron ayuda al párroco que solo recomendó que le encendieran velitas para que viese por donde tenía que irse. Las puso todas en fila como las luces de las pistas de aterrizaje e hizo como que se marchaba, pero no. Luego las reorganizó y formó la palabra “imbéciles”.
Mis padres incluso han suplicado a los moribundos que cuando fallezcan, le lleven de la mano a destino, pero ni así. Todos llegan menos él.
Por último, contrataron a una médium, la mejor, pero no logró comunicarse con el espíritu del abuelo.
A mí nadie me pregunta, por eso yo no quiero hablar. Pero el que iba en la caja no era él.
Muy buen final, Elena. ¡Como siempre consigues sorprendernos! ¡Pobre abuelo, que por mucho que lo intenta, no logra que lo acepten en el mundo de los vivos al que todavía pertenece! Un abrazo enorme. ¡Y feliz verano!
Gracias, Gloria, por comentar y leer. Pobre abuelico, que lo dejen vivir en paz. Feliz verano a ti también.
Un abrazo.
Un relato genial. Suerte
Gracias, María Jesús. Un abrazo.
Todos empeñados en que tendría que haberse marchado ya, en darle por amortizado, mientras él, empeñado en vivir, conserva su actividad, aficiones, necesidades e inquietudes, como el mortal que todavía es. No querer ni considerarlo hace que el único sensato de la familia guarde silencio.
Un relato sobre la naturaleza humana y esa querencia a creer solo lo que interesa, concuerde con la realidad o no. Una reflexión también sobre los mayores, que parece que ya no cuentan en una sociedad implacable y egoísta todo ello envuelto en un tono divertido.
Un abrazo y suerte, Elena.
Tú tendrías que dedicarte a hacer comentarios de texto, sacas jugo a todos los relatos y los engrandeces. Gracias, Ángel.
Muy buen relato Elena. Me ha encantado.
Gracias por pasarte a leer y comentar.
Un abrazo.
Enhorabuena, Elena. Relato genial con ese abuelo resistente que se lo pasa pipa, como también se lo debe estar pasando el narrador.
Micro de libro. Seguro.
Un abrazo.
Hombre, Rafa, gracias, que tú comentes un relato es muy buena señal, a ver si aciertas. Y sí, mi abuelico sabe bien que hay vida antes de la muerte jajaja.
Precioso
Gracias, qué bueno que te guste. Un abrazo.
Esos terrenos que tan bien trazas entre la vida y la muerte en un escenario doméstico y cotidiano que hace que todos sepamos que tienes magia cuando escribes y que no importa si esa magia es realista o irreal, da igual es magia y una línea muy fina que da esa calidad a tus relatos, suerte Elena , en el top como es habitual. Abrazos
Ay, Manuelillo, qué lindo. Gracias por leer a mi abuelillo, un abrazo.
Qué pena no haber dado con un antepasado así cuando de adolescentes subíamos a las cámaras de las casas o íbamos al cementerio del pueblo con el típico magnetofón Philips a grabar psicofonías. Claro, que si hubiese aparecido nos habría dado un patatús.
Me he reído mucho con tu micro, con ese abuelo juguetón, dando por saco hasta «muerto».
¡Suerte!
Gracias, Javier, jaja, a saber qué hubieses podido grabar con el abuelito. Un abrazo y gracias por comentar. 🙂