65. Chema aceptó
A Chema le han robado a punta de navaja al llegar a ese barrio de calles desiertas y farolas rotas, buscando una dirección que nadie conoce. Ya es medianoche y no circulan taxis. Las cucarachas revientan bajo sus pies y familias enteras de gatos cruzan las calles malolientes. Tiene hambre, pero solo quiere escapar de esa pesadilla.
Mientras busca el camino de casa, recuerda cómo empezó todo. Cómo la infidelidad de Ana acabó siendo un infierno de reproches y silencios. Cansados de aquella hostilidad, propusieron acuerdos. Ana sugirió una reconciliación en un céntrico restaurante.
Chema aceptó.
La cena transcurrió con planes de futuro, pero algo ocurrió cuando sirvieron el postre. Ana se levantó, abandonó el restaurante, se encontró con su amante en la puerta, subieron a un descapotable rojo y desaparecieron en la noche.
Pasó el tiempo, y como aquella aventura de Ana no salió bien, Chema propuso una segunda oportunidad. No supo si fue intencionado o no, pero Ana le citó otra vez en un restaurante, ubicado en su nuevo barrio.
Chema aceptó.
Ahora, cuando en mitad de la noche, humillado y cansado, camina hacia su casa, piensa rayar todos los coches rojos que encuentre a su paso.
Parece un tópico lo de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero es muy cierto. Lo de Ana fue algo más que un desliz, fue también una falta de consideración total, la posibilidad de reincidencia era alta. Los dueños de esos coches rojos no tienen la culpa, pero de alguna forma debía desahogarse el pobre.
Suerte y un saludo, Jesús.
Ay ese Chema, que no escarmienta. Espero que encuentre alguien que le quiera bien y no le traicione.
Suerte!