06. El procrastinador
Se había convertido en una obsesión: su especialidad era el último minuto, incluso el último segundo. Jamás disfrutaba del camino, del proceso, de la elaboración. Se ufanaba de ser el más templado ante el peligro, el más tranquilo en el trabajo, el más listo ahorrando tiempo y esfuerzo. Competía contra otros y contra sí mismo por alcanzar récords absurdos.
Hasta aquel día de verano que le picó una avispa y nadie se inmutó cuando cayó sin vida, con la lengua monstruosa , la garganta hinchada y la aguja para inyectarse la adrenalina a un milímetro de su piel.
Llevar las cosas al límite puede que sea lo que marca la diferencia entre unas personas y otras a la hora de destacar; pero las apuestas fuertes, las que muchos no se atreven a afrontar, conllevan sus riesgos. Puede que nunca sea tarde, pero a veces no se llega a tiempo.
Un relato sobre los que viven en el filo de la navaja
Un abrazo y suerte, Eva.
Gracias Ángel.La estupidez humana es infinita en muchos ámbitos y por alguna extraña razón tengo la sensación de que en nuestros tiempos, incluso, hasta está de moda serlo. Antes la supervivencia estaba por encima de todo. Ahora vivimos en una irrealidad a veces insoportable. Un abrazo enorme.
Ya se sabe, «la absurdidad mató al procrastinador» (o algo así era, no?)
Madre mía hasta qué punto pueden llegar algunos… bien reflejado en tu relato.
Un beso, Eva.
Hola Carme. No sabía que existía un refrán sobre ello, a mi de la curiosidad del gato no me saques… Gracias por comentar. Un beso grande.
(no, no, no existe… el refrán es el del gato 😉
Ahhh jajaja, perdón, no te había pillado. A veces voy a toda pastilla sin pararme a pensar. Besos guapa.
Eva, tienes razón. Algunos llevan su vida hasta términos absurdos, tan solo por ser el mejor, el más rápido, el más arriesgado… Y no se dan cuenta de que eso es irrelevante, de que no conduce a ninguna parte. Como tu protagonista. No sé si te has dado cuenta o no pero has dejado un micro lleno de crítica social.
Gloria, hace tiempo que me di cuenta de que no puedo escribir sin segundas intenciones y lecturas. Ya lo hago sin darme cuenta. Me alegra de que lo veas así. Fijar solo los ojos en las metas sin disfrutar del proceso y el camino… en fin, tú y yo sabemos qué es lo que importa saborear. Un beso enorme.