14. Shangri-La
Eres un hombre desgastado por la edad y por las esperanzas. Sobre el desfiladero, una tetera de buitres lleva días aguardando a que dobles tus piernas. Tan secas como el caparazón de una tortuga. Desde que te hablaron de un lugar donde el destino no es envejecer sino permanecer joven durante siglos, lo buscas. Muchos años ya. Y el futuro que anhelabas no se ha cumplido. Sin embargo, un segundo antes de tu muerte certera, te sobreviene un arrebato de felicidad. Descubres que acabas de llegar al valle secreto. Aislado entre montañas.
Te vas recuperando. El azul paz del cielo, el verdor tranquilo del paisaje, el murmullo sosegado de los monjes son ahora tu nueva vida. Aquí estás a salvo. Solo si te marchas, volverá la decrepitud. La muerte instantánea. En un caminar de cangrejo, cada día te sientes más fuerte, más ágil. Te acribilla la curiosidad. Piensas en el Louvre desconocido para ti. Piensas en la chica pecosa que una vez te lanzó un beso desde el andén de una estación. Piensas en sus cabellos rojizos que pintaron con pasión reprimida el lienzo de tu ventanilla en marcha. Piensas si eligieron margaritas para la tumba de tu madre. Lloras.
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Detener el tiempo o, al menos, la decrepitud, es un anhelo de los seres himanos, tanto mayor cuanto más cerca sienten su final biológico. Pero todo tiene un precio. La llegada a ese lugar mítico, de existir, conllevaría algún precio, porque no hay premio sin contraprestación, o como decía mi madre: «Nadie da duros a pesetas». La última palabra referida a la reacción sentida de tu protagonista lo dice todo y es pura sabiduría. Cualquier vida necesita incentivos para seguir.
Original y bien narrado, marca de la casa.
Um abrazo, María. Suerte
María, me ha encantado tu relato impregnado de un maravilloso misticismo. Nos conduces a un lugar exótico como es Shangri-La y al final con ese giro extraordinario de dos únicas frases, una de ellas de una sola palabra «lloras» das en la diana, más vale tarde que nunca…
Abrazo
Aurora, muchas gracias por tus palabras. Qué bonito comentario.
Un abrazo
Pues tu madre tenía toda la razón «nadie da duros a pesetas». ¿De qué sirve poseer la casi eterna juventud si habitas en una jaula de oro? Cuando parece que este hombre ha hecho realidad sus deseos, justo en el último instante antes de morir, descubre que ha perdido un preciado tiempo en la búsqueda de ese mítico lugar. Un tiempo que nunca recuperará aunque ahora le sobre a espuertas.
Muchas gracias maestro por tu comentario.
Un abrazo
María, leerte recarga las pilas de la tranquilidad, de paz. Ha sido un viaje tranquilo por la existencia de alguien que descubre al final que la vida merecía la pena solo si se vive en la inmensidad del minúsculo universo de casa uno. Me ha gustado mucho.
Un abrazo
María, que micro más poético, haces magia con las palabras y consigues que la tristeza sea bella.
Un abrazo y suerte.
«Piensas en sus cabellos rojizos que pintaron con pasión reprimida el lienzo de tu ventanilla en marcha. Piensas si eligieron margaritas para la tumba de tu madre. Lloras.» Estas frases finales le dan una fuerza impresionante a un relato bello y muy bien contado. Enhorabuena.
Nos leemos
Muy bien contado y con mensaje, Coincido con Isabel, las frases finales son impactantes.
Un abrazo y suerte, María.
Precioso relato, María, lleno de poesía y misticismo. Sí, a veces la búsqueda de ese lugar mágico nos hace perder de vista li verdaderamente importante: las personas que nos han acompañado en la vida. Y a ti como al resto de amigos microrrelatistas os reitero una vez más mi agradecimiento eterno por hacer posible mi sueño parisino. Un beso inmenso. Gloria
Es bonito, es sencillo y profundo, es poético…Y narrado de una forma muy bella, María.
La guinda la pones al final: «lloras»…porque tu protagonista aún está a tiempo de alcanzar la paz y encontrar la verdad.
Enhorabuena por tu relato
Saludos
Buscar quimeras como la que desea tu personaje tampoco le ha traido tanta felicida como a Benjamín Batton que volvió casi al mismo lugar, no obstante el camino es lo que importa así que qse deje de llorar y siga la vereda que ha elegido. Suerte María, abrazos