34. Los sueños, sueños son.
Me he inventado una cita. En aquel restaurante que tanto te gusta. Ese que tiene las paredes decoradas con libros. Y velas, muchas velas, por todas partes. Tú llegarás cinco minutos antes y me recibirás con esa sonrisa que llena el corazón y que me hace sentir la mujer más afortunada del mundo. Tú pedirás lubina a la sal y yo canelones. Beberemos una copa de vino y después otra. Saldremos del restaurante a trompicones, muertos de risa y haciendo planes para los próximos cien años.
También me he inventado, que las flores que llevo, son par otra tumba.
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Sabemos eso de que no hay mal que cien años dure y que la vida sigue; también, que nadie es imprescindible. Pero no es menos cierto que personas y relaciones son irrepetibles, que hay pérdidas que no tienen remedio y no hay nada que las sustituya. Si tu protagonista se encuentra más conforme en sus ensoñaciones y recuerdos, en un pasado que mantiene en su presente, es porque necesita que así sea, al menos de momento, puede que sea su manera de asimilar lo inevitable. Tal vez evolucione con el tiempo, o no. Nada se le puede reprochar y a nadie hace daño. Cada uno trata de ser feliz a su manera.
Un saludo y suerte, Alejandra
Así es , muchas gracias por leerme y comentar . Un abrazo.
Alejandra, tu protagonista también vive en su nube, como la tía Elisa de mi relato. Como muy bien dice Ángel :»cada uno trata de ser feliz a su manera» y como no hice daño a nadie, pues perfecto…El giro del final muy bueno.
Saludos
Gracias Pilar por tus generosas palabras.
Saludos
Vaya, la imaginación puede ayudarla a seguir con su existencia. Resulta poético y evocador. El final es el giro perfecto.
Suerte, Alejandra.
Gracias Rosa.
NUnca es tarde para vivir con imaginación la vida que nos viene, y puestos en ello si hay que poner las flores a otro, se hace y se sigue adelante. Abrazos suerte Alejandra.
Gracias por tu comentario Manuel. Saludiños