57 Maledicencias
A las dos semanas de enterrarlo volvió a enamorarse de él. «Más vale muerto que nunca», se consolaba ella mientras con afanosa entereza limpiaba las hojas secas de los cipreses sobre el panteón o cambiaba el agua de las flores. Jamás le había escuchado en vida las amorosas palabras que ahora le dedicaba desde el foso, bajo la lápida. Con una locuacidad desconocida en él, le agradecía, por ejemplo, que los crisantemos no fueran de plástico, o bien alababa su pasión por las cosas bien hechas o repetía a cada rato lo mucho que añoraba el olor de sus guisos y sus manos. Tras frotar la piedra con un paño, ella apoyaba la cara sin maquillar en las letras doradas con el nombre de su difunto y se dejaba regalar el oído hasta que cerraban el camposanto. A ojos de algunas viudas, cada tarde regresaba más guapa y sonriente.
¡Pobre mujer!, tuvo que esperar a la muerte del marido para sentirse reconocida y querida.
¿No podría ser que de algún modo se estaba vengando de sus desprecios, y eso las estaba embelleciendo por días?
Un relato muy bello, que dice mucho con poco.
Suerte Raul.
Pues qué bonita metamorfosis, qué cambio de actitud, auqnue esté muerto no significa que todo acabe com demuestra ella que aestas alturas está mejor que nunca y es que las cosas como las dice un muerto….no hay comparación, abrazos Raúl, suerte
Qué bueno eres Raúl, magnífico relato!
No importa que algunas cosas lleguen tarde, hay otras que siempre son puntuales, como la envidia. Las otras viudas la experimentan, porque no sienten lo que ella. Pese a todo, no les queda más remedio que reconocer que le sienta estupendamente.
Original, intenso y bien contado, Raúl.
Un abrazo
Qué relato tan tierno, tan romántico y sobre todo que bien contando; has utilizado palabras sencillas muy bien colocadas y muy bien unidas o separadas con los signos de puntuación; todo ello hace que la lectura de tu micro sea fluida y fácil. Lo he disfrutado.
Nos leemos