09. Somos todos, cariño
Hace días que siente una presencia en la casa. Alentado por la ilusión de que el espíritu de su mujer lo visita, ha vuelto a dejar notas con frases de amor por armarios y ventanas, como cuando ella vivía. Anhela una respuesta del más allá. Tal vez un te quiero escrito en el espejo del baño, un libro arrojado de la estantería por una fuerza invisible o el parpadeo fugaz de una bombilla, manifestaciones sobrenaturales que escapen a la comprensión humana. Pero nada, tan solo la sensación perenne de que alguien lo observa.
La imagina entonces al borde de la cama, mirándolo con esos ojos de gata triste que gastaba, y una tarde termina por confesar mientras saca el sobre que esconde bajo la cómoda del dormitorio: solía guardar parte de lo recaudado tras hacer caja en el ultramarino que regentaban; para los estudios de los chicos o, la verdad, para cualquier contingencia, como esta soledad que últimamente sobrelleva con alguna escapadita de fin de semana. Pero tras sus palabras, el silencio de costumbre.
Hasta esta mañana. En el buzón por fin la primera señal: una carta certificada a su nombre del Ministerio de Hacienda.
Para señales como esa, mejor no recibir ninguna. Va a ser verdad que Hacienda somos todos, que tienen ojos por todas partes, hasta en el más allá, y que todo debe ser declarado.
Un relato divertido y con sorpresa final.
Un abrazo y suerte, Raúl
¿Venganza del más allá? Puede que sea casualidad, pero muy bien orquestada, como tu relato.
Suerte Raul.
Raúl, qué inicio de historia más romántica, también el sentido más fantasmagórico del término. Y qué buen giro final. Él la quería mucho, pero me temo que ella no tanto.
Enhorabuena y suerte.
Pues yo prefiero pensar que ha sido una casualidad, y quedarme con el romanticismo de la primera parte del relato. Claro, que si escribes una continuación en la que la esposa se reencarna en inspectora de hacienda, me lo pienso.
Muy bien escrito para despistar al lector, Raúl, suerte y besos.
A ver Raúl que este tipo tenía en casa una inspectora de hacienda??? Pero cómo podía desear que se le apareciera, la deformación profesional ha hecho que le llegue la carta que siempre, tarde lo que tarde , siempre llega, sobretodo si guardas dinerito en un cajón. Que declare todo hombre y a lo mejjor su mujer se va del todo y él vive tranquilo, con humor negro termina tu relato de un amor demasiado idealizado por el dueño del ultramarino. Suerte, abrazos
Jejeee! Pero todos todos. No te puedes descuidar ni con los muertos, que allí tb vigilan y lo saben todo.
Muy bien hilado y mezclado esa soledad de la pérdida con el humor de lo cotidiano.
Enhorabuena y un gustazo leerte, Raúl.
Abrazos
Muy divertido ese final, sobre todo, por lo inesperado. Nos haces pensar en esa historia tan romántica, y !!zas!!! de repente, no se trata de eso, sino de algo tan real como la vida misma, nada menos que Hacienda. Y que como dicen por ahí arriba, parece tener presencia hasta en el más allá. Muy buena historia, querido Raúl. ¡Enhorabuena y un abrazo enorme. Gloria
¡¡@Raralillo!! Te encontré ; ) Ni tan muerta la señora ésta. Que ya deje en paz al pobre viudo. Me encanta como vas contando una cosa de lo más seria y ¡zas! la vieja saca las garras desde el otro mundo en la frase final. Disfruto tu sentido del humor.
Abracitos.
Qué buen relato! Empieza como una historia de amor y al final parece que se masca la tragedia. Lo leí sin fijarme en el título, lo he leído al finalizar y me ha dado la risa. Buenísimo!! Muchas felicidades
Raúl, grande, como acostumbras. Me ha encantado el titulazo. Enhorabuena y suerte.