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El abuelo talló en madera cada una de las veintiocho piezas de un dominó.
Fue el último regalo que le hizo a su nieto, quien, por temor a estropearlo, lo guardó en el fondo de un cajón.
Hasta que una tarde de tormenta (también de aburrimiento, caídas de red y cortes de luz), decidió desempolvarlo para jugar con sus colegas.
No pudo evitar emocionarse, los ojos le brillaban mientras mezclaba las fichas dispuestas boca abajo sobre el tapete.
¡Cuántos recuerdos!, les dijo a sus amigos, ¡os juro que acabo de ver la sonrisa de mi abuelo!
Nunca les contó que la vio grabada en una muesca diminuta en el seis doble…
Hay objetos materiales que asociamos a las personas que se fueron, porque es imposible separarlos de recuerdos importantes. Sabemos que no podremos llevarnos nada al otro lado, si es que existe, pero sí dejar algo que sirva de recordatorio y homenaje.
Un abrazo y suerte, Aurora
Muchas gracias por tu comentario, Ángel . Bien cierto que no nos llevamos nada y todo se queda en este lado…
Abrazo
Qué tierno, Aurora!
Yo conservo una moneda de 10 céntimos de los antiguos, que me dio mi abuelo para que me trajera suerte. Nunca me preocupé de comprobar si era así o no, pero cada vez que abro el cajón y la veo, se me pinta una sonrisa como la de esa ficha de dominó de tu protagonista.
Suerte y un besazo.
Ana María, mil gracias por tu comentario y por compartir tu historia, para mí ha sido un regalo (te lo digo con absoluta sinceridad). ¡Me ha encantado!
Abrazo
Me ha encantado ese abuelo que deja su recuerdo en forma de dominó, y también en forma de marca para que su nieto siempre tenga «suerte».
Un abrazo y suerte también para ti.
Muchísimas gracias por tu comentario, Rosalía, siempre animas ¡gracias! Llevas razón, seguro que le da suerte y no se olvida.
Abrazo
Magnifica idea, Aurora y maravillosamente narrada. Ese abuelo ebanista quiso dejar su firma con esa pequeña muesca que representara su sonrisa y así, permanecer inmortal en el recuerdo de todo aquel que jugara con su dominó al abrir con el seis doble.
Felicidades. Me ha encantado.
Un fuerte abrazo
Pues casi que ahora veo mejor narrado tu comentario que mi relato, jajaja
Dejó su huella, su «sonrisa» en el seis doble.
Muchas gracias, Javier 🙂
Abrazo
La huella que queda en los trabajos hechs a mano perviven siempe y tienen un valor muy especial en quien conserva esos objetos. Suerte Aurora
Muchas gracias por tu comentario, Manuel. Como apuntas, dependiendo para y de quien sea, son muy especiales (mágicos) los trabajos hechos a mano.
Abrazo
Una forma muy original de pervivir. Dulzura intergeneracional. Genial Aurora. Un saludo y mucha suerte
Muchas gracias por tu comentario, Alberto. Qué bonito eso de dulzura intergeneracional, suena muy bien.
Abrazo
Muchas gracias por tu comentario, Juan.
Sí que podríamos irnos por lo esotérico como apuntas y cambiar la muesca del punto y coma y el paréntesis por un tercer seis, adiós sonrisa y vaya con el abuelete nigromante jajaja
Abrazo
Sencillamente precioso. Felicidades y suerte.
Aprecio enormemente tu comentario, Emi.
Abrazo
Un relato lleno de ternura y amor intergeneracional, Aurora, representado magníficamente en ese seis con esa sonrisa pintada por ese abuelo tan lleno de cariño. Un abrazo inmenso. Gloria
Me alegra mucho leer tu comentario, Gloria. Te lo agradezco de corazón.
Abrazo
Otro inmenso para tí, Aurora y mucha suerte. Besos mil. Gloria
Un abuelo que no morirá del todo, no solo porque el nieto le recuerda, sino que quedará también para los que jueguen con esas piezas aunque no le conocieron (y que el nieto explique cómo ver la muesca a sus descendientes 😉 – simpático detalle!
Un abrazo,
Carme.
* LO recuerda
M.Carme, muchas gracias por tu comentario,¡qué bien! Me alegra mucho. Es verdad lo que dices, quedará el recuerdo también en las piezas…
Abrazo