38. Inseparables (Alberto Jesús Vargas)
Los cuatro empezamos a ser inseparables ya en la escuela primaria. Por eso, cuando Guille murió sin guardar turno, decidimos no referirnos a él como un difunto al que se le llora o como un muerto al que se le entierra. Él seguiría con nosotros. Lo habíamos jurado al terminar el instituto, pasara lo que pasara no perderíamos nunca el contacto. Quizás esa fue la razón por la que no nos extrañó tanto verlo aparecer, como si nada, dispuesto a jugar la partida semanal de pádel que aquel jueves, para evitar asumir su ausencia, no quisimos suspender. Reprimiendo las ganas de abrazarlo, fingimos normalidad y ninguno cometimos la torpeza de aludir a su reciente funeral. Y terminado el encuentro, nuestro retornado amigo, ejerciendo más que nunca como alma del grupo, nos convenció para salir de fiesta. Jaleados por él, vivimos la noche intensamente, desenfrenados, como si no hubiera un mañana. Al cerrar el último garito, él se empeñó en conducir y acabamos, con las primeras luces del día, estampados contra un camión. Fue entonces, mientras flotábamos en una ingravidez espiritual, cuando Guille nos dijo: «Chicos, ahora empieza lo bueno de verdad. Bienvenidos a este otro lado».
Siempre andamos todos diciendo que nadie vuelve del otro lado para contar cómo es, pues mira, Guille sí que lo ha hecho. Lo que no me queda claro es si tenía planeado desde el principio llevarse a sus colegas con él, por aquello del juramento y tal, o si las cosas le salieron así sin más. Espero que los amigos no vayan haciendo lo mismo y reclutando a familiares y amigos, o van a crear un problema de overbooking.
Felicidades Alberto, por conseguir arrancar al lector esa sonrisa que tan difícil resulta a veces, especialmente con un tema como este, en el que parece que resulta más fácil recurrir a lo tétrico que a lo humorístico.
Pues sí, Ana María, el Guille, que había conocido el otro lado y vio que era mejor, fiel al juramento que todos hieron de no perder nunca el contacto, vino a por sus amigos, pero antes quiso montar juerga tipo despedida de soltero pero en versión despedida de este mundo. Gracias por tu comentario.
Joder con el Guille, eso no es un amigo, es un alma en pena y solitaria reclamando sangre. No quiero amigos así y menos su alma y claro, si conduces, no bebas.Suerte Alberto, abrazos
Un título breve y del todo definitorio de esta historia, original, coherente y contundente. Las verdaderas amistades siempre quedan y sobreviven a toda circunstancia. Los pactos se han hecho para mantenerse. Los amigos del que marchó primero ven natural su retorno del más allá y su viaje a ese «otro lado». Puede que tenga razón en que ahí «empieza lo bueno de verdad».
Una historia de inteligente humor negro y con la esperanza en un más allá prometedor.
Un abrazo y suerte, Alberto.
Así es, Ángel, hay un poco de humor negro y también un cierto toque de realismo mágico, pero sobre todo he intentado que sea un canto a la amistad. Gracias y un abrazo.
Pues sí, Manuel,se lo comentaba arriba a Ana María, Guille conoció el otro lado y le pareció mucho mejor que este y fiel al juramente que todos hicieron, vino a por sus amigos. He intentado con este relato hacer un canto a la amistad. Aqui aquello de amigos hasta la muerte se les queda corto y se hacen amigos para la eternidad. Gracias por tu comentario.
Me encanta ese humor negro, ese Guille que vuelve como si tal cosas, y esos amigos que lo aceptan sin dudar. ¿Quién no quería volver a estar con un amigo inseparable?
Tengo que señalar dos frases geniales: «ejerciendo más que nunca como alma del grupo», y «vivimos la noche … como si no hubiera un mañana». Sublime.
Un abrazo y suerte.
Qué cabrón el Guille… Pero es ese tipo de cabrón al que nadie puede resistirse. Jaja. Me parece un relato genial.
Gracias, Marta. No sé si es un relato genial pero sí que he tratado que sea divertido y sobre todo que ensalce el valor de la amistad. Un cordial saludo.
Me alegra mucho, Rosalía, que hayas captado ese efecto humorístico que he tratado de conseguir con el doble significado de esas dos frases que destacas. Me alegra también que me dejes un comentario tan amable y tan positivo. Un abrazo
Las amistades eternas son las mejores. Menudo amigo Guille, ¡como iba a dejar aquí a sus colegas de farra!
Mejor transportarlos al otro mundo y seguir allí.
Divertido, con un puntito de crueldad, ¿les preguntó si querían acompañarlo?
Yo creo, Rosa, que Guille fue a por ellos porque había descubierto que en el otro mundo se pasa mejor que en este y todos iban a estar mejor allí. Como se conocía muy bien, no necesitó preguntarles. O sí. Mejor dejarlo un poco abierto. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Engancha y te mantiene así hasta el final con toda esa parte final de fiesta y ese desenlace genial. Mola ese Guille. Me ha gustado mucho. Suerte con él, Alberto. Un abrazo.
Ya ves, Pablo, ese Guille se tomó muy en serio eso de seguir juntos y ya no hasta la muerte, sino por toda la supuesta eternidad. Gracias por entrar y dejar tu comentario. Un abrazo.