31. La última tentación (Mª Paz del Cerro)
El sacerdote entró agitado y jadeante en su habitación. Se desabrochó cada uno de los botones de la sotana y la colgó de una percha. Luego, se quitó el alzacuello y lo depositó encima de la cómoda. No podía respirar. Se abrió un poco la camisa y tomó un sorbo de aire. A continuación cogió su breviario de la mesita de noche y rezó, esta vez con un hilo de voz, desconsolado…
Hacía tiempo que su fe se había quebrado y debilitado. Retaba a Dios para que le hiciera una señal, una sola, que le afianzara en el camino elegido. Pero parecía que Dios no le había oído, o peor aún, que le había abandonado.
Preso de pasiones y deseos inconfesables, rogaba al Altísimo misericordia y suplicaba perdón. Ayunaba, se fustigaba, oraba, imploraba con lágrimas en los ojos, prometiéndose que aquella sería la última tentación. Se lo juraba a sí mismo en vano una y otra vez.
Finalmente, cansado, frustrado y sin fuerzas, renegó e interpeló así a Dios: «Hagamos un trato. Tú no volverás a meterte jamás en mi vida y yo a cambio no le diré a nadie que tu no existes».
Curiosa paradoja la de tu personaje: por un lado siente remordimiento y temor ante un ser superior que cree que se inmiscuye en su vida. Por otro, sabe que no existe. Las religiones y creencias son algo muy personal, cuestión de fe. Parece que necesitamos creer en algo, aunque también vendría bien disponer de pruebas de su existencia. En esa dicotomía se mueve tu protagonista, y en ella lanza un último trato, un reto dwfinitivo, para poder sobrellevar mejor su día a día.
Un relato con un bucle vital sin fin, en el que la fe en lo que no vemos y la realidad e inclinaciones palpables se entrelazan.
Un abrazo y suerte, M. Paz
Gracias por leerme y por tu comentario. Lo que quería expresar es la lucha de un hombre dividido entre la fe y la culpa. Detenerme en esa lucha interior, en esa dicotomía que, efectivamente, has captado.
Un abrazo!
La verdad es que menudo sinvivir, vivir en esa continua contradicción. Quizás lo mejor sería dejar el sacerdocio y disfrutar de la vida como le pide el cuerpo. Pero bueno, ese trato tampoco está mal, hay que tener arrestos para planteárselo al jefe.
Un abrazo y suerte.
Tal vez lo mejor sería que lo sacerdotes pudieran tener su propia familia. Gracias por leerme.
Un abrazo!
Hola Mª Paz, el relato desvela la agitación interna del sacerdote y su conflicto espiritual. La descripción minuciosa de sus acciones revela la pesada carga emocional que lleva y la propuesta final del trato con Dios es muy potente. Me gusta, saludos y suerte.
Exactamente eso quise plasmar, su lucha interior, su debate interno y su enfrentamiento final a Dios.
Gracias por tu lectura.
Saludos cordiales!
A mí también me ha gustado mucho ese conflicto interno y que provoca tanta inquietud a tu personaje. Creo que al no recibir respuesta, después de tanta súplica, en lógico que decida hacerlo desaparecer…si es que alguna vez existió.
Nos leemos
Exactamente, así es. Aunque al final no sólo decide abandonar el sacerdocio sino enfrentarse a Dios, retarlo…
Gracias por tu amable lectura.
Nos leemos.
Hola, María Paz. Yo creo que ha hecho un trato justo el cura. Con todo ese sufrimiento, toda esa flagelación y dilema existencial, el único que sale perdiendo es él. No conozco casos de sacerdotes, pero sí de seminaristas que terminaron dejando el sacerdocio para poder hacer su vida y tener una familia, como decís más arriba, y creo que tu micro, en ese sentido, refleja muy bien su «última tentación».
Suerte y besos para vos😘😘
Mariángeles😇😇