70. Gracias por todo, mi amor. (Alfonso Carabias)
Siempre fui su lectora cero, porque sus letras no viajaban a ningún lado sin que yo las hubiera leído primero.
Solía decir que toda buena historia se escondía en los detalles, en todo aquello que pasaba desapercibido para una vista poco adiestrada, y también en los silencios, por todo lo que guardaban. Y por ello se pasaba las horas anotando en su libreta ideas y fragmentos de vidas ajenas, a las que luego daba forma en su vieja máquina de escribir.
Su creatividad se mantuvo intacta durante muchos años, con una producción que público y crítica acogieron de buen grado, aunque a él nunca pareció importarle ese reconocimiento, porque solo escribía para mí.
Un día, en mi revisión diaria, encontré un par de párrafos inconexos, a los que no quise dar importancia, aunque poco después esa secuencia se repitió con mas asiduidad.
Lo que él achacaba al mal del escritor, o simplemente a la huida de las caprichosas musas, los médicos dieron un nombre menos poético.
Y como se empeñó en seguir con sus rutinas, ya infructuosas, me sentí aliviada al encontrar, el día de su muerte, una última frase anotada en su libreta, rompiendo su temida página en blanco.
Qué historia más tierna. Delicada sin empalagar, y con un final agridulce.
Es muy triste que nuestra memoria nos abandone, pues dejamos de ser nosotros mismos. Al menos tu escritor enamorado no dejó su última página en blanco.
Un abrazo y suerte.
Si lo de este escritor no es amor verdadero no se me ocurre qué podría serlo. Alguien inspirado por una persona, para quien escribe, siendo todo lo demás secundario. Un hombre que, consciente de que su intelecto y capacidades van en declive, consigue, en su último aliento, escribir la frase de agradecimiento definitiva, de amor absoluto y sincero que da título a este relato.
Un abrazo, suerte y felices fiestas, Alfonso.