08. MI ABUELA LOLA (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Mi abuela Lola, Doña Lola, así tratada en los pueblos en los que su marido, Don Dionisio Restituto Redondo Muñoz ejerció de maestro, poseía una labia envidiable. Las vecinas, cuando las animaba a ir al cine a ver algún estreno, le respondían:
─ Vaya usted, Doña Lola, y luego nos la cuenta que es mejor oírla de sus labios que verla.
De nombre completo Dolores Botas Blanco, vallisoletana de padre maragato y madre de Torrelavega, entrenó sus charlataneo, en el corro de alfayatas que, aguja en mano, hilvanaban en el taller de costura de Simona Muñoz, quien acabaría siendo su suegra.
Incluso mi suegro escuchaba embobado las descripciones de casas, ropas y cosas que mi abuela pintaba en el aire. También, al estilo Castelar, encendía su discurso recordando a su hermano asesinado en un “paseíllo” por masón, a los trece años de castigo a su represaliado marido, al hambre de posguerra o al refugio en Francia de sus hijos durante la guerra.
Pero el tema que nos ocupa, la kalopsía, me ha recordado un comentario de mi mujer:
─ No me he dado cuenta, pero tu abuela me ha estado hablando durante media hora de las maravillas de un orinal.
La capacidad de la oratoria, como tantas otras cosas, se puede aprender y educar, pero hay quien ha nacido con una inclinación natural para ello, como sucede con la música. Doña Lola cuenta las películas de tal manera que resulta mejor que verlas, hasta hace que se encandile cualquiera con su descripción de un orinal. Son pocas, pero hay personas así. Estoy seguro de que existió y dejó ese buen recuerdo, que se palpa en cada palabra de tu descripción; como seguro estoy también que, de haber tenido oportunidad, podría haber explotado ese don, pero la época y ser mujer debieron de restringir su maestría al círculo de familiares y vecinos que la conocían.
Un relato muy apropiado con el tema propuesto.
Sé que el final de año ha sido durísimo para ti, Jesús. Las letras ayudan a sobrellevarlo todo un poco mejor, espero que el cariño que te tenemos también.
Un abrazo enorme y mucho ánimo, Jesús
Muchas gracias, Ángel. Tienes mucha razón, Escribir y andar templanza el alma.
Está abuela nuestra que grande era!!!!!
Verdad, pena no haber gozado más de ella.
Ya me estoy imaginando una charla entre abuela y nieto contando aconteceres e historietas. Y tú tomando apuntes.
Lástima, no tomé apuntes. Gracias, Miguel
Hola Jesús. Leyéndote dan ganas de escuchar a esa noble mujer y oírla describir ese orinal, o cualquier otra cosa!
Esas personas dejan un recuerdo imborrable, bien por esa labia, o por los gestos o una simple forma de mirar.
Enhorabuena y suerte
Muchas gracias por tu comentario Alberto
Bravo por Doña Lola, conozco gente con ese don para contar las cosas, pero seguro que palidecen al lado de ella.
Un abrazo y suerte.
Ya no imagino charlas como las que ella nos daba a nosotros, sus nietos. Me imagino a los míos moviendo a una velocidad endiablada sus índices y pulgares sobre un smart-phone mientras cuento mis historias y pienso si me escuchan o no.
Hola Jesús,
nos has llevado de la mano a un mundo muy personal pero compartido a traves de una abuela generosa en la palabra a la que todos hubiéramos querido tener cerca. Una abuela narradora ante la que sentarser a escuchar y ver cómo con sus palabras hace grande y bello hasta un orinal. El capitalismo actual se la rifaría para más de un tabajo. Suerte, saludos
Gracias Manuel. Echo de menos a mi abuela Lola y lamento no haberle prestado más atención y tiempo. Lo que no contó o aquello a lo que no atendí ha quedado enterrado para siempre.
Hola Jesus, tu relato pertenece a una época que llegamos a vivir pero que ya no está con nosotros, y lo lamento. Porque los relatos de las personas me resultaban más atractivos que lo cuentan en las pantallas. Generaciones posteriores no conocerán la magia de todo eso.
Muy bonito.
Pobres abuelos del futuro.
Gracias Rosa