60. Abuso de confianza
El bueno de Eduardo, el hijo que todos quisimos tener, educado, estudioso, tan guapo. Siempre pendiente de los que no eran como él: los distintos, los que suspendían, los inadaptados. Cuando nos propuso lo de las clases particulares nos pareció perfecto. Después nos contó lo del grupo. Ni lo dudamos. Al niño le vendría bien salir de excursión; le costaba mucho hacer amigos.
Que ya no tuviera tanto apego a las faldas de mamá nos resultó lógico, estaba despertando al mundo. A lo del tatuaje no le dimos importancia, cosas de niños. Tampoco sospechamos al encontrar sangre en sus calzoncillos, aquella herida de cuando se rompió el sillín de la bici. Lo descubrimos al ver al bueno de Eduardo en el telediario, sentado en el banquillo.
Elena, a menudo a las madres y nos padres nos cuesta ver los defectos en nuestra prole, pues el amor nos ciega. Pero hay que aprender a valorarlos en su justa medida, obligarnos a pensar que nadie es perfecto, y no dejar que la kalopsia filial nos ciegue, antes de que sea demasiado tarde.
Un abrazo y suerte.
Gracias Rosalía, amor de padres o kalopsia. Y en los tiempos que corren cada vez más. Estamos criando hijos únicos, nuestros niños de algodón, los reyes de sus castillos de cristal y eso, creo que pasará factura. Abrazos.
Guau. Puñetazo en el estómago con ese final, aun esperándolo. Me gustó mucho
Gracias Marta, qué alegría que te haya gustado. Abrazos.
El formalito salió rana. Cuantos casos como éste han quedado en el anonimato.
Guiarnos sólo por las apariencias puede ser peligroso. Un relato bien contado con un desenlace fulminante.
Gracias Rosa, salió peor que rana sí. Un abrazo fuerte
Es comprensible que padres y madres vean la perfección en sus hijos y miren para otro lado con sus dedectos. Dentro de eso hsy grados, tus protagonistas han sobrepasado todos. Nos quedamos con las ganas de conocer si, tras aparecer en las noticias en el peor de los sentidos, algo cambiará en esos consentidores progenitores.
Un abrazo y suerte, Elena.
Gracias Ángel. Sí, cuántas veces no vemos lo que tenemos delante. Abrazos.