06. CARAMELOS DE MALVAVISCO
Los fines de semana que pasábamos con la abuela era todo fiesta. Reblandecer en el paladar los caramelos de malvavisco que venían en una cajita de latón. Retorcer con los dedos los flecos de su chal mientras nos contaba cómo consiguió, pese a la época y los reproches de su padre, entrar en la universidad. Jugar a las cartas. Esconder objetos por la casa y buscarlos. Pasear por el jardín aunque lloviera. Ir al pueblo cogidas de su mano, por el camino de los abedules, recibiendo lecciones de plantas y árboles. Llenar la despensa de chocolate y bollos. Después de la cena escuchar sus discos de John Coltrane.
Las dos pensábamos que no había mejor abuela en el mundo.
Tal vez por eso, el día de su funeral, mi hermana y yo, sentadas en la primera fila junto a nuestras respectivas parejas e hijos, al sonar un saxo melancólico nos miramos, buscamos en nuestros bolsillos y se mezclaron nuestras lágrimas con el sabor dulce de un par de caramelos.
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Como Proust con su magdalena, hay sabores que evocan muchas cosas y no hace falta utilizar palabras. El cwrebro funciona así, con llamadas, a modo de índice, que conducen a un mayor contenido.
Un relato evocador y muy humano. Un abrazo y suerte
Un precioso recuerdo de la mejor abuela del mundo.
Begoña, qué bella historia la de esa abuela con sus nietos, y qué real esa mirada cómplice entre los dos hermanos. Me ha resultado conmovedora.
Un abrazo y suerte.
Precioso relato, Begoña. Hay mucha complicidad entre las hermanas por situaciones que solo ellas han vivido. Pequeñas cosas, pequeños recuerdos para un gran relato.
Saludos
Este evocador relato con sabor a caramelo es un homenaje precioso. Mucha suerte con él, Begoña. Un abrazo 🤗
La abuela, además de tener muy buen gusto musical, trata a sus nietas como a dos princesas y las colma de caramelos, caramelos que ellas buscarán en sus bolsillos cuando se va. Una forma muy tosca de ver tu delicioso cuento, precioso. Felicidades, Begoña.