56. A ciegas
Te hice una promesa: Cuidaré de mi hermano. Y no lo he conseguido, madre. Un brazo quebrado y el cuerpo tatuado a moratones antes de cumplirse un mes de tu ausencia. Mentí. Yo dejé abierto el gallinero, dije. Pero el monstruo nos miró a los ojos y supo la verdad. Siempre es así. Lee en ellos nuestros pensamientos. Dogo huyó antes de que lo colgara. Aunque las dos gallinas degolladas quedaron como prueba. No es malo, el perro. No. El instinto salvaje. Nada más.
Hoy, el animalillo ha regresado en busca de alimento. Lo recibí a pedradas. Aquí no puede estar. Pero mi hermano —ya sabes cómo es— lo ocultó en el granero. Después, ocurrió muy deprisa. Agitaba su cola de alegría y derribó la lámpara de gas. El fuego devoró la madera en un instante.
Cuando regrese el monstruo de la feria —el que fue tu marido— será capaz de matar a su hijo menor. Comprende, madre, por qué he tenido que desobedecerte y sacar las tijeras afiladas del costurero. Sin pronunciar palabra, nos miramos por última vez. Es un valiente. Ahora me toca a mí. Frente al espejo, las hundiré hasta romper mis retinas si dejo de temblar.
Un relato de una intensidad pasmosa, lleno de matices, que invita a relecturas para no perder detalle, unir cabos y que nada escape. Una joven (por algún motivo me parece personaje femenino), en ausencia de su madre, trata de encubrir los errores de su hermano (al que creo menor), para tratar de librarle de la ira de un padre despótico, pero no lo consigue, el «monstruo» tiene la capacidad de saber la verdad. Todo va de mal en peor hasta que, para evitar que su hermano sea aniquilado, ella opta por dañar sus ojos para atribuirse toda culpa.
Espero que mi interpretación se haya acercado a un argumento que impacta, con la virtud nada fácil de quedarse en la memoria con poderosas y originales imágenes.
Un abrazo y suerte, María.
Estaba esperando tu respuesta porque creo que no he estado muy atinada. Vamos, que lo he embarullado todo. Has dado en el clavo. Pero he querido ser tan sutil que no he conseguido explicar que el hermano menor también queda ciego y que es el primero. No sabes lo que me ayudan tus comentarios. Ahora me toca seguir practicando para mejorar.
Un abrazo grande.
Terrible! De una dureza desesperanzadora. Aunque no termino de entender el final, ¿porqué la niña/o se autolesiona?
Gracias, Rosa, por tu comentario. Fallo mio y grande si no lo has entendido.No he sabido contarlo bien. Se ciega para que su padre no pueda ver la verdad de lo ocurrido en su mirada. Y así proteger a su hermano pequeño.
Un abrazo
María, ahora que me lo has explicado, me ha dado cuenta que en el primer párrafo Delas claro que el “ monstruo leía en los ojos de los niños”, el fallo ha sido mío, no supe interpretarlo. Está bien trabado, el final es el colofón perfecto.
Uf, María, has escrito un micro muy potente, oscuro y difícil, que hace pensar y te obliga a varias relecturas. La verdad es que resulta asfixiante, transmite muy bien esa sensación de terror en un lugar que imagino desolado.
Con las explicaciones lo he acabado de entender todo, incluso lo de cegar primero al hermano, que se me había pasado.
Y, bueno, yo a veces también me pongo un poco demasiado sutil, jeje.
Un abrazo y suerte!
Jajajaja, pues sí, yo a veces recorto tanto que me paso.
Un beso Rosalía y gracias por tu comentario
Enhorabuena, María, ¡menudo relatazo! De cabeza al libro, auguro. No precisa ningún retoque, en sus palabras está todo, solo hay que entender que en su significado se encuentran todas las pistas.
Mucho éxito y abrazos.
Jo, Rafa, que palabras tan bonitas. Cuánto me alegro de que te haya gustado.
un beso para ti.
Qué pasada de relato, María. Es de los que dejan huella aunque arañen por su potencia. Enhorabuena y gracias por compartirlo.